Cooperación y economía solidaria en el turismo patrimonial con comunidades indígenas en Atacama
Cooperation and solidarity economy in heritage tourism with indigenous communities in Atacama
Alan Muñoz Bascuñan*
Universidad de Valparaíso, Chile
*Correspondencia: alan.munoz@uv.cl
Recibido: 27/04/2021
Aceptado: 05/11/2021
Para citar este artículo
Muñoz Bascuñan, A. (2021). Cooperación y economía solidaria en el turismo patrimonial con comunidades indígenas en Atacama. Turismo y patrimonio, (17), 9-27. https://doi.org/10.24265/turpatrim.2021.n17.01
Resumen
Este trabajo se enfoca en las comunidades indígenas y los actores turísticos de la región de Atacama,
norte de Chile. Se propone un modelo para desarrollar una oferta turística en el Camino del Inca declarado
patrimonio de la humanidad. El estudio es parte de un proyecto regional que tiene como objetivo construir
una oferta innovadora con un sello característico del territorio. Considerando que las comunidades indígenas,
presentes en la zona, no tienen vínculos con el sector turístico. Los objetivos son conocer de cerca las
comunidades indígenas de la comuna Diego de Almagro y sus alrededores, identificando sus características
sociales, su ordenamiento interno y actividades relevantes relacionadas con la ocupación del territorio; analizar
su nivel de preparación y el interés para incorporarse en la actividad turística y; evaluar la posibilidad de
generar un modelo de desarrollo turístico arraigado en las condiciones propias de las comunidades indígenas,
enfatizando en la productividad territorial basándose en un desarrollo endógeno cooperativo y solidario. Los
resultados muestran que la articulación entre los actores turísticos y las comunidades indígenas permite la
incorporación de nuevos enfoques y modelos para la construcción de oferta, como en este caso basada en
el cooperativismo y la economía solidaridad, aspectos cotidianos en estas comunidades que habitan los
territorios del desierto.
Palabras clave: cooperación, economía solidaria, desarrollo local, comunidades indígenas, turismo, Qhapaq
Ñan.
Abstract
This work focuses on indigenous communities and tourist actors in the Atacama region, northern Chile,
and try to propose a model to develop a tourist offer on the Inca Trail declared a World Heritage Site. The
study is part of a regional project that sought to build an innovative offer with a characteristic stamp of the
territory, and found as a problem that the indigenous communities present in the area had no links with the
tourism sector, however they are the ones that frequent and protect the archaeological and patrimonial sites
linked to the Inca trail. The results show that the articulation between tourism actors and indigenous communities
allows the incorporation of new approaches and models for the construction of supply, as in this case based
on cooperativism and solidarity economy, everyday aspects in these communities that inhabit the territories of
the desert.
Keyword: cooperation, solidarity economy, local development, indigenous communities, tourism, Qhapaq
Ñan.
Introducción
Entre los años 2018 y 2019 se desarrolló una oferta para el turismo de intereses especiales en la zona del
Qhapaq Ñan o Camino del Inca en la región de Atacama, en el subtramo que comprende desde el sector de
Portal del Inca hasta la Finca Chañaral. Para efectos de este proyecto se plantea el objetivo de implementar
una nueva oferta para el territorio basada en los atributos propios y más significativos ligados a este patrimonio
de la humanidad1
. Sobre la base de estudios preliminares se identifica la presencia de comunidades herederas
de las tradiciones ancestrales propias de quienes habitaron el desierto. Estas comunidades, en la actualidad,
se mantienen en algunos de los sitios por donde pasan los caminos incas. Por ello, con la motivación de nutrir
el diseño de la oferta, se logra un acercamiento con las poblaciones indígenas presente en dichos lugares; el
contacto es con las etnias Colla y Diaguita, y en un proceso de diálogo y vinculación se llevaron a cabo las
actividades de trabajo durante un año.
En principio, es pertinente contemplar que entre los desafíos que implica el trabajo territorial para el desarrollo
del turismo, uno de los más complejos es la relación con los actores sociales que habitan en el lugar. Esto se
debe a que muchas veces las necesidades de las comunidades locales no son atendidas desde su realidad y se
propone un modelo productivo que es considerado adecuado solo por los recursos que allí existen. El turismo
frecuentemente busca desarrollar productos basados en la lógica de la oferta y la demanda, y las comunidades
locales son vistas generalmente como una fuerza productiva. Se hace necesario, por lo tanto, evaluar alternativas de producción y desarrollo para los territorios, pero teniendo en cuenta las condiciones propias de cada lugar,
analizando tanto el traspaso generacional como las interrelaciones que se dan entre sus habitantes (Arocena,
2002). Es decir, las formas de vida que hasta hoy se sostienen.
Figura 1
Ubicación del área de estudio. Qhapaq Ñan sub-tramo Portal del Inca –
Finca
Chañaral, comuna de Diego de Almagro
Nota. Google Earth
Además del diálogo con las comunidades indígenas y la perspectiva presente de un desarrollo turístico desde
lo local, se genera un trabajo cercano con los operadores y guías turísticos de la zona, con objeto de incorporar
la visión del sector privado y las condiciones actuales de operación de su oferta en esta parte de la región. Se
suman, a este estudio, dos asociaciones de turismo, la Asociación de Guías de Atacama y la Asociación de
Turismo de Atacama (ASTURA), con las que se plantean los objetivos de investigación. El primer objetivo es
conocer de cerca las comunidades indígenas de la comuna Diego de Almagro y sus alrededores, identificando
sus características sociales, su ordenamiento interno y actividades relevantes relacionadas con la ocupación
del territorio; el segundo objetivo es analizar su nivel de preparación y el interés para incorporarse en la actividad
turística, y el tercer objetivo es evaluar la posibilidad de generar un modelo de desarrollo turístico arraigado en
las condiciones propias de las comunidades indígenas, enfatizando en la productividad territorial basándose en
un desarrollo endógeno cooperativo y solidario.
Revisión de la literatura
Ocupación indígena del territorio
Para ser uno de los lugares más áridos del mundo (Romero y Mendonca, 2016), el territorio que abarca el
desierto de Atacama ha sido el escenario de la ocupación de una serie de culturas indígenas, entre las cuales
algunas han visto su etnogénesis (Molina y Campos, 2017), como el caso de la cultura Diaguita en la zona sur
de la región de Atacama, y otras que han sido parte de aquellos que han habitado antes de la llegada de los
españoles (González, 2018a), como son la cultura Ánima en el período alfarero temprano (300 a. C. al 700 d.
C.), la cultura Molle en el periodo medio (700 a. C. al 1000 d. C.), la cultura Copayapu en el intermedio tardío
(1000 d. C. al 1400 d. D.) y la cultura Inca en el período tardío (1400 al 1536 d. C.). A estas culturas se
suman otros grupos que se ubicaron cerca de la costa de la región de Atacama como fueron los Changos y
las culturas Atacameñas ubicadas hacia la región de Antogasta (González, 2018b). La llegada de la cultura
inca al desierto de Atacama se materializa en la extensión del denominado camino principal o Qhapaq Ñan
(González, 2007) hacia el despoblado de Atacama, amplia zona extensa del desierto que asombraría a los
españoles quienes lo manifestaron en los registros de sus historiadores por lo extremo y desolado de aquellos
paisajes (Niemeyer y Rivera, 1983). La llegada de los incas al territorio generó una serie de intercambios
culturales permitiendo la mezcla de conocimientos y relaciones sociales, productivas y de otros ámbitos (Consejo
de monumentos, 2015) como a nivel arquitectónico para la construcción de equipamientos habitacionales y
religiosos. Este intercambio se puede ver en sitios con un fuerte significado religioso cultural como el centro
metalúrgico Viña del Cerro (Moyano, 2010), que fuera un lugar de intercambio entre las culturas diaguita e
inca con usos para la minería indígena y la adoración. Los hechos históricos que transcurren en el territorio
van manifestando así el grado de implicancia que tienen las relaciones humanas sobre el mismo y cómo se
van dando singularidades en la construcción de la memoria colectiva entre los pueblos mirando también lo que
serán sus recuerdos y antecedentes para el futuro (Ayuso y Delgado, 2009).
En tiempos más contemporáneos, otro de los grupos humanos que se suman como culturas habitantes del
desierto son las comunidades collas que llegan en los desplazamientos que se hicieron desde sur de Bolivia y
noreste de Argentina hacia Chile (Molina y Campos, 2017). Los collas habitan principalmente entre las
provincias de Copiapó y Chañaral y se asientan en la zona hacia finales del siglo XIX y principios del siglo
XX. Entre los lugares que ocupan estos grupos se destacan el valle de Copiapó y el sector de Pedernales en
la comuna de Diego de Almagro por su excelente condición para las actividades productivas de ganadería y
agricultura, así como también la minería y otras actividades en menor proporción como el textil. La ocupación
del territorio por parte de esta comunidad se enmarcar dentro de lo que es una diversificación productiva
multifacética, que ha puesto énfasis en la utilización sustentable de los recursos, tal como lo señala Molina
(2014), haciendo hincapié en un principio económico como es la escasez de los recursos sobre las necesidades.
Las actividades tradicionales que estos habitantes del desierto desarrollan aún, como la trashumancia ganadera
y el cultivo de pasto en zonas de aguadas, son cada vez más escasas y se han visto afectadas por factores
naturales como la sequía, pero también por efectos antrópicos (Molina et al., 2001), que son derivados de las
actividades mineras de gran tamaño y la legislación que ha impedido que puedan seguir con otras actividades
como la caza.
Figura 2
Línea de tiempo de las comunidades indígenas que habitaron el territorio de Atacama
Nota. Desarrollado por el equipo de investigadores y de diseño del proyecto
Ruta Qhapaq Ñan Huella en el desierto.
Figura 3
Actividades productivas relacionadas con los animales y los desplazamientos por el
territorio
Nota. Desarrollado por el equipo de investigadores y de diseño del proyecto Ruta Qhapaq Ñan Huella en el desierto.
Desarrollo local y productividad
La discusión sobre los usos del territorio y los diferentes focos productivos que se pueden dar en él han
generado discusiones importantes al respecto, más aún, cundo se mezclan elementos de carácter económico
administrativo con los de carácter sociocultural históricos. Álvarez y Rendón (2010) contraponen una serie de
visones y teorías acerca del desarrollo territorial, evidenciando la complejidad que tiene este escenario para
hablar de desarrollo, sin embargo, son claros al señalar que el papel de la localidad se vuelve esencial para la
satisfacción no solo de las necesidades de las comunidades que habitan en su territorio, sino además para
lograr incluso insertarse en los mercados globales. Lo anterior abre la mirada hacia el concepto de la
productividad desde el desarrollo local, ante lo cual surgen algunos elementos relevantes para su consecución
como son la descentralización y democratización en el territorio (Alburquerque, 2004). Se evidencia mucho
más su necesidad en los territorios extremos y complejos como lo es la región de Atacama. A estos factores
se suman otros de similar importancia a la hora de intentar comprender el desarrollo basados en las condiciones
propias que el territorio tiene (Moranchel-Bustos y Carbajal, 2010) como son, los cambios en las dinámicas
económicas, la forma en que los actores territoriales interactúan entre sí, la forma en que estos utilizan los
recursos con los que cuentan, la incorporación del concepto del capital social, ente otras.
Los factores propios del desarrollo local endógeno abarcan los recursos, los actores, las instituciones, la
cultura y el entorno mismo que se verán implicados en cualquier actividad como «territorio organizado» (Boisier,
1997). Se van integrando así aspectos que muestran la importancia de la gestión territorial desde su propia
realidad y con sus propios elementos, factores y recursos. Esto abarca esa mirada desde abajo, desde la
comunidad local, donde las actividades propias impulsados por la gente son manifestadas y valoradas por todos,
y en este sentido el emprendimiento puede ser un factor relevante para el desarrollo desde cualquier nivel de
inversión que se tenga o que se pueda dar en dicho lugar (Vásquez, 2007).
Modelos de desarrollo turístico
Como cualquier otra actividad productiva, el turismo requiere hacer uso de los elementos que están sobre
el territorio, desde aquellos endógenos señalados por Boisier (1997), hasta aquellos que son parte de las acciones
propias de la sociedad y sus formas de habitar, entendidos entonces como recursos territoriales por su
valorización social dado el uso que reciben y las necesidades que cubren (Barrado, 2011). Si bien esta mirada
enfatiza en el concepto recursos turísticos como un factor importante en el desarrollo local, la actividad turística
de las últimas décadas está marcada por la consolidación de modelos de desarrollo basados principalmente en
la dinámica económica imperante del modelo neoliberal. Ya desde los noventa Porter (1990) impactó con su
visión y teorías de la competitividad empresarial que luego llevaría a la mirada territorial sobre la base de la
teoría de conglomerados o clusters, en un afán por agrupar empresas y proveedores en un sistema de
competitividad basado en las reglas de la oferta y la demanda, que fueron reforzados por una serie de
economistas, algunos de los cuales utilizaron el sector turístico como ámbito de aplicación teórica. Desde una
mirada más inclinada hacia el mercado, Kotler et al. (2011) enfocan la creación de productos y servicios en el
territorio poniendo énfasis en las características de la demanda y la necesidad de adecuarse al consumidor
turístico, entonces podría plantearse que los elementos del territorio estarían al servicio de las necesidades del cliente. Más desde la oferta, incorporando elementos propios de la gestión del territorio para su planificación y
el ordenamiento de la actividad, Boullón (2006) orienta el foco del desarrollo sobre el territorio y sus elementos
claves para la generación de oferta, sin embargo, sigue siendo el énfasis productivo de la industria el imperante.
Abordando la necesidad de equilibrar el uso de los recursos y la sostenibilidad de la actividad turística,
surgieron modelos que se centraron en la relación productividad y competitividad pero atendiendo las necesidades
de la comunidad local y la importancia de la conservación del patrimonio (Ritchie y Crouch, 2000); esto, buscando
la creación de una ventaja comparativa sobre la base de la realidad de los recursos y elementos territoriales,
señalando que los destinos competirían entre sí por el mercado. Por otro lado, diferenciándose en la manera
de comprender y plantear los recursos, Dwyer y Kim (2003) separan lo que serían recursos heredados de
una zona de aquellos creados por el hombre, como base para la construcción de un territorio turístico planificado.
Se van sumando entonces aspectos propios de la triada de la sustentabilidad en la búsqueda de un equilibrio
económico, social y natural (Cardoso, 2006) donde ya estaría presente el rol de la comunidad local en la toma
de decisiones y el cuidado de sus propios recursos (Narváez, 2015) en sintonía con esa democratización que
Alburquerque (2004) señalara.
Otro tema actual en las discusiones acerca del desarrollo turístico es el denominado turismo de base
comunitario (TBC), donde se señalan aspectos como las gobernanzas desde arriba hacia abajo y viceversa
entendiendo el rol de la comunidad local. En este sentido, Pacheco (2018) plantea algunas comparaciones
entre Chile y Brasil, y el abandono que han tenido algunas comunidades como los indígenas en los procesos
de desarrollo turístico, pero es claro en señalar la oportunidad de mejorar las condiciones de vida de los mismos
si estos son parte del desarrollo de la actividad. Desde una posición más alternativa a los modelos y teoría
antes mencionados, la economía solidaria y el cooperativismo vienen a manifestar una forma diferente de utilizar
el territorio (Pastore, 2010); donde el foco de desarrollo y trabajo principal es el ser humano, en una búsqueda
por dar cobertura a las necesidades propias de una comunidad antes incluso que a las del visitante, donde la
autogestión y los vínculos que se van dando son relevantes entre los miembros de la comunidad. Se deja de
atender solo al capital como eje central de toda la gestión, y se va mirando a ese proyecto colectivo que se
trabaja con voluntad e intensión de articular a los actores (Coraggio, 2002; Pizzi y Brunet, 2012). Surgen
entonces, de acuerdo a Pastore (2006), nuevas alternativas de desarrollo tanto territorial como organizacional,
y algunos modelos que se presentan con particularidades podrían ser las cooperativas, las mutuales, los sistemas
de intercambio y trueque, las finanzas solidarias o las iniciativas de comercio justo. Estos modelos son además
opciones reales en aquellos territorios que son complejos y que tiene características muy diferentes como el
caso de Atacama, donde las distancias, el clima, la altitud, entre otros aspectos geomorofológicos, atribuyen
condiciones que no cualquier sistema productivo o modelo de desarrollo podría aplicar. En tiempos complejos
o crisis económicas el turismo suele ser fuertemente impactado, y estas alternativas de desarrollo solidario y
cooperativo pueden ser opciones para la inserción laboral (Melián y Campos, 2009) el emprendimiento local o
la autogestión de las personas.
Metodología
El tipo de investigación es exploratorio y el enfoque es cualitativo (Hernández et al., 2014). Las técnicas
utilizadas incluyen la observación, interacción con los participantes y el análisis de los datos recopilados sobre
los sucesos cotidianos de las comunidades indígenas. En el proceso de investigación se priorizó la acción
participativa de la comunidad, considerando a sus miembros como colaboradores, sin intentar modificar de
ninguna manera su realidad y atendiendo la construcción de una respuesta conjunta. Como lo señala Balcazar
(2003), se desarrollan acciones educativas y de formación en un esfuerzo por enseñar a la comunidad sobre
su potencial en el sector turístico, y que conozcan la oportunidad de ser parte de esta actividad y generar
beneficios socioeconómicos.
En el procedimiento se efectuaron las siguientes actividades:
Se llevaron a cabo reuniones entre la comunidad y representantes del sector turístico local, como guías y
operadores turísticos de Copiapó, capital de la región de Atacama, donde se concentran la mayoría de los
empresarios turísticos de la región; además, se realizaron encuentros con el sector público, con instituciones
relacionadas como la dirección regional del Servicio Nacional de Turismo (SERNATUR), la oficina regional
de la Corporación de Desarrollo Indígena (CONADI) y la Corporación Qhapaq Ñan, organización privada de
carácter social con intereses en la cultura y el patrimonio ligado al patrimonio de la humanidad que representa
el Qhapaq Ñan en la región de Atacama. Mediante estos acercamientos se obtuvieron datos públicos
correspondientes a las comunidades, como nivel sociodemográfico, económico y productivo, que sirvió como
base para complementar la información con fuentes secundarias.
Resultados
La investigación se concentró en dos zonas geográfica de la región: la zona que comprende el Valle de
Copiapó en la comuna de Tierra Amarilla hasta la comuna de Copiapó y la comuna de Diego de Almagro,
específicamente en las zonas de Agua Dulce y El Jardín por el camino que conduce hacia Pedernales. Este
estudio se desarrolló entre los años 2018 y 2019 tomando como base los registros, del sector público, como
son los programas sociales municipales2
. Por otro lado, se realizó una solicitud formal de información a la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena, CONADI, respecto a las comunidades registradas oficialmente
en la región. Con estos datos se identificaron algunas condiciones como la relación entre aquellas que se ubican
en las zonas urbanas y las que están ocupando territorios rurales. En la Figura 4 se muestra la ocupación rural
y urbana de las 88 comunidades registradas entre las comunas de Tierra Amarilla, Copiapó y Diego de Almagro;
son las comunas donde se concentró el trabajo y el desarrollo de la oferta que involucra el proyecto. Se puede
observar que la mayoría de las comunidades están ubicadas en las zonas urbanas y son pocas aquellas que
hacen uso efectivo de los territorios alejados donde se encuentran los atractivos ligados al patrimonio
arqueológico y cultural asociado al Qhapaq Ñan.
Figura 4
Ocupación territorial de las comunidades indígenas de Tierra Amarilla, Copiapó y
Diego de Almagro
A nivel estructural interno existen diferencias en cuanto a la cantidad de miembros que integran las
comunidades; algunas están conformadas por núcleos familiares ampliados y otras con mayor cantidad de
miembros, tienen varios núcleos familiares, en su mayoría de la etnia Colla y, en menor número de la etnia
Diaguita, según se registró en el trabajo de campo realizado en las zonas de Agua Dulce y el Jardín en la
comuna de Diego de Almagro.
Mediante el diálogo con algunos miembros de las comunidades, y la consulta a algunos actores del mundo
cultural local, como el director del museo de Atacama, don Guillermo Cortés, se registra rivalidad entre ambas
etnias Colla y Diaguita. Esta pugna tiene matices históricos relacionados a la llegada de ambos grupos al
territorio, ya que algunas comunidades collas plantean su herencia o legado natural desde la cultura inca. No
obstante, estas afirmaciones, la etnoarqueología y los análisis históricos demuestran que la ocupación de este
grupo no habría sido sino hacia finales del siglo XIX (González, 2018b; Molina, 2014). En cambio, el pueblo
diaguita sí habría tenido relaciones sociales y productivas con la cultura inca, que según González (2017), se
evidencia en sitios como el monumento nacional Viña del Cerro en el sector de Los Loros en Tierra Amarilla,
que fue un centro metalúrgico con ocupación diaguita-incaico lo que confirma esta condición.
Figura 5
Zonas declarada Patrimonio de la Humanidad y zona metalúrgica diaguita-incaica
La mayor cantidad de sitios patrimoniales y arqueológicos ligados al Qhapaq Ñan se ubican en la primera
zona de estudio, en la parte declarada patrimonio de la humanidad por UNESCO, entre el sector de Portal del
Inca y la Finca Chañaral, un territorio ubicado dentro de la comuna de Diego de Almagro. En esta comuna existen solo tres comunidades indígenas inscritas formalmente ante el Estado con personalidad jurídica y con
ocupación de territorios rurales. En consecuencia, se decidió trabajar con una comunidad diaguita de Copiapó,
la comunidad Yupanki, para así tener cercanía con ambos grupos étnicos, considerando que en la comuna de
Diego de Almagro las tres comunidades son collas.
De acuerdo a González (2018b), la cultura diaguita, descendiente de la cultura Ánima y Molle ha estado
presente desde el año 1000 d. C., y las actuales comunidades habitantes del territorio conservan su legado
patrimonial. Como resultado del trabajo cercano con los dirigentes y algunos integrantes de la comunidad
Yupanki, se determinan aspectos propios de la cosmovisión étnica asociadas a su vínculo con los astros y la
luna, la presencia y el rol importante que tiene la mujer en la actualidad, además del legado cultural que aún
se percibe en los territorios donde la cultura se hace presente. La comunidad Yupanki ha ocupado un territorio
periurbano en uno de los costados de la comuna de Copiapó para establecerse como comunidad con todos
sus miembros en el mismo lugar. No tienen vínculos directos con la actividad turística, sin embargo, algunos
de sus miembros sí tienen cercanía con operadores turísticos de la zona y tendrían intenciones de participar
en el sector. Si bien hay desconocimiento al respecto, entienden las actividades propias del turismo y visualizan
que podría ser un mecanismo de apoyo económico para algunos de los emprendedores de la comunidad, pero
aún la mayoría de sus miembros trabajan en servicios, minería y otras actividades comerciales. Su vínculo
potencial, en palabras de su presidenta y líder espiritual kuraka Daniza Álvarez (Figura 6), lo visualizan en
actividades como visitas de pequeños grupos de turistas a la comunidad para participar de actividades
ceremoniales y de sanación ligadas a la medicina tradicional. Como los miembros de la comunidad se encuentran
en una etapa de establecerse recientemente en este lugar realizando construcciones de espacios compartidos
(sede, invernadero, zona de ceremonias, entre otros), las actividades vinculadas al sector turístico las visualizan
para un período posterior, una vez que las instalaciones de su comunidad se hayan implementado.
Figura 6
Dirigente y kuraka en el espacio ceremonial,
Comunidad Yupanki, comuna de Copiapó
Nota. Archivo personal.
En el caso de las comunidades Collas, el trabajo se concentró en la comuna de Diego de Almagro donde hay tres comunidades establecidas y que hacen uso del territorio rural en los sectores de El Jardín, Agua Dulce y los alrededores de El Salvador y Pedernales. Es característico de estas comunidades la ocupación efectiva de los territorios rurales, manteniendo algunas de las actividades tradicionales de su cultura desde hace décadas. A diferencia de la mayoría de las comunidades urbanas que existen en las comunas de Copiapó y Tierra Amarilla, en la comuna de Diego de Almagro las comunidades habitan permanentemente las zonas rurales del desierto y además conocen con claridad los sitios más importantes relacionados con el Camino del Inca. De estas tres comunidades se logró desarrollar un trabajo cercano con dos de ellas, la comunidad Chiyagua, ubicada en sector de El Jardín y la comunidad Diego de Almagro, ubicada en la quebrada de Agua Dulce. Como resultado del diálogo, la participación en actividades sociales y recorridos que se hicieron en conjunto, se logró comprender la relación que tienen con el territorio en algunas labores cotidianas del ganado caprino que utilizan para la producción de queso, leche y carne, además de otros animales que les permiten mantener parte de su dieta. Asimismo, se explican elementos culturales de su vida diaria expresados por ellos y que evidencian los relatos de autores como Molina (2014), lo que hace comprender que tienen en su relación cotidiana con el territorio un énfasis cooperativo permanente. Los dirigentes de las comunidades tienen una mirada que va más allá de lo particular o personal, y están constantemente preocupados por el cuerpo completo que representa su comunidad. Se evidencia, por lo tanto, como lo señalan Coraggio (2020) y Pastore (2006), una economía social y una mirada productiva desde lo local, desde las personas que componen sus grupos sociales comunitarios. Las veranadas, la trashumancia, el floreo y otras actividades productivas en sus territorios se acercan a los principios de la economía solidaria en el diario vivir, lo que se contrapone con las formas de vida y de producir de quienes habitan las zonas urbanas y producen en industrias con modelos de desarrollo basados en el capital, situación que se observa en la mayoría de los territorios en el país.
Figura 7
Comunidades collas en sector Quebrada de Agua Dulce y El Jardin
Nota. Archivo personal.
En cuanto al diálogo con el sector turístico, la realidad regional en Atacama y, sobre todo, en las provincias de Chañaral y Copiapó, evidencian un sector bastante incipiente en materia de turismo de intereses especiales con una fuerte vocación hacia el turismo de playas en las zonas de Caldera y Chañaral, donde los flujos de llegadas y pernoctaciones son bajos a nivel nacional en comparación con las otras regiones del país (Subsecretaría de Turismo, 2020). Esto demuestra la necesidad de desarrollar un turismo especializado hacia las zonas interiores, donde la cultura y el patrimonio son parte de los atractivos turísticos más importantes. El sector prestador de servicios, específicamente de guías y operadores que se mueven por las provincias mencionadas tienen un escaso acercamiento productivo con las comunidades indígenas. Lo que significó articular encuentros entre empresarios y emprendedores turísticos y representantes de las comunidades collas para plantear el desarrollo potencial de actividades turísticas en las que se logre hacer un trabajo colaborativo. Dando como resultado un acercamiento directo donde los representantes de las comunidades plantearon los temores de mostrar sus territorios, los lugares que consideran sagrados y las actividades que ellos consideran de mayor valor. Asimismo, fueron claros al exponer que son ellos quienes prefieren hablar de su cultura, en virtud de lo cual se abre la posibilidad de participar en el desarrollo de un turismo ligado al patrimonio y la cultura.
Figura 8
Reuniones entre actores turísticos y representantes de la comunidad Colla
Diego de Almagro
Nota. Archivo personal.
El resultado de los diálogos entre las comunidades, los guías y operadores, y el equipo de investigación es
la creación de una ruta con cuatro circuitos turísticos temáticos ligados al Qhapaq Ñan con visitas a los sitios
arqueológicos más relevantes, donde las comunidades collas pueden participar mediante la prestación de algunos
servicios o instancias al alcance de su realidad. Una oferta que utiliza tecnologías inmersivas, para apoyar las
experiencias de los visitantes, es la ruta denominada Huella en el Desierto, que contiene itinerarios donde las
comunidades pueden brindar algunos servicios como recorridos en sus predios y con sus animales, almuerzos
y conversaciones con algunos miembros de la comunidad; así como vender productos como queso de cabra,
tejidos, etc. Entendiendo que estas actividades pueden variar por las condiciones propias de la comunidad en
cuanto a fechas o épocas del año, clima y otros aspectos de carácter humano propio de habitar estas zonas
extremas, la relación entre el guía u operador turístico y las comunidades pasa a ser vital, y el cooperativismo
se vuelve un pilar para el desarrollo de la oferta. Los actores turísticos tradicionales entienden las condiciones
propias de la comunidad y su territorio y, por tanto, la prestación de los servicios y el desarrollo de la oferta
parte desde esa perspectiva por sobre las condiciones de mercado, la distribución u otros aspectos propios de
la industria que suelen primar.
Finalmente, sobre la base de conversaciones con los miembros de las comunidades indígenas y los
planteamientos entregados por sus dirigentes, estas comunidades ven que incorporarse al turismo es una
diversificación productiva con oportunidades para generar beneficios sociales de toda la comunidad, no solo
de algunos. Considerando que este ingreso al sector turístico no es o será un cambio en su estilo de vida, sus
actividades cotidianas ni la forma de cooperar entre ellos, sino más bien una opción que puede aportarles en
su desarrollo. Esto es lo que plantearon desde el inicio hasta el final del estudio; de igual manera, los guías y
operadores con quienes se trabajó entienden los argumentos y posiciones de las comunidades, y ven en eso
un valor importante de sumar al turismo regional.
Figura 9
Ejemplo de circuito diseñado como resultado del estudio, para la oferta turística
con tecnología
Nota. Desarrollado por el equipo de investigadores y de diseño del proyecto Ruta Qhapaq Ñan Huella en
el desierto.
Discusión
Los modelos de desarrollo turísticos actuales se basan principalmente en aspectos relacionados con la lógica
de la oferta y la demanda, y se entienden como condiciones propias de hacer o desarrollar turismo. Esto conlleva
a que no se prueben otras opciones para producir oferta turística, visualizando además la innovación y la
diversificación productiva como la creación de ofertas y mejoras a las ofertas que ya existen incorporando
elementos nuevos como la tecnología, o simplemente crear productos y servicios que el mercado no pueda
obtener en otros lugares. Pero, por qué la innovación productiva y la diversificación no pueden ser miradas
desde los actores del territorio o desde los factores endógenos y la cultura local; o mejor todavía, desde la
manera en que una comunidad convive normalmente sin necesidad de imponer modelos foráneos. Parece
entonces que para hacer turismo en el territorio hay que llevar una receta que ya se ha replicado en otros
lugares, y que entonces cualquier lugar puede ser un territorio turístico.
El objetivo de esta investigación es identificar la manera más adecuada para poder desarrollar turismo en
zonas donde habitan comunidades indígenas, por medio del acercamiento y participación en sus actividades
cotidianas. Los resultados demuestran que efectivamente se puede desarrollar propuestas basadas en un
desarrollo turístico local, cooperativo y solidario, pero que requiere de la articulación de los actores, ya que no
es fácil aunar criterios desde los extremos. Por un lado, hay un sector productivo tradicional en donde se
opera con formatos ya establecidos y validados en cualquier lugar y, por otro lado, comunidades acostumbradas
a una forma de habitar el territorio y a convivir entre sus miembros. El desafío es acercar estas posiciones
distintas, ya que para unos los recursos del territorio son atractivos turísticos y para otros son lugares sagrados
y simbólicos donde habitan y conviven.
Conclusiones
El posible lograr un acercamiento adecuado a las comunidades indígenas para obtener una visión desde
adentro, con información real, desde lo local. Ello implica un trabajo continuo y respetuoso, donde escuchar es
a veces más importante que plantear puntos de vistas. Las comunidades tienen sus interlocutores validados
entre ellos y, por lo tanto, es importante aprender a dialogar con esa idea de representatividad que muchas
veces no es real en otros grupos sociales. Este acercamiento permitió comprender la realidad que tienen en
cuanto a aspectos de organización interna, de su relación con el territorio y de cómo se articulan y conviven
diariamente, para comprender de mejor manera cómo presentarles la idea de incorporarse a un fenómeno aún
ajeno para ellos como es el turismo.
Se pueden generar diálogos adecuados entre los actores tradicionales del turismo y las comunidades indígenas
collas y diaguitas en Atacama, si se articulan instancias con disposición de todos los sectores. No obstante, es
necesario que estas instancias se encuentren precedidas de procesos de aprendizaje y disposición para cooperar
desde el sector turístico establecido, como empresarios, guías y operadores. Es primordial comprender las
potencialidades del desarrollo turístico de forma innovadora, pero desde lo local, buscando aquellos elementos
y factores propios que permitan la generación de ofertas con competitividad, pero considerando la productividad
desde lo local.
Las comunidades indígenas del territorio que abarca el Qhapaq Ñan en Atacama y sus alrededores desarrollan
actividades que están en sintonía con los procesos y fundamentos del cooperativismo y la economía solidaria,
como son el anteponer a las personas por sobre el capital, la visión de comunidad por sobre la del individuo y
emprender de acuerdo a los recursos y condiciones que le son reales de ejecutar. Como ejemplo, se tiene las
actividades productivas con animales en el territorio, la trashumancia, es decir, el desplazamiento de los rebaños
de acuerdo a las estaciones y necesidades, donde la atención está dirigida al cuidado de los rebaños de la
comunidad, pero también a obtener insumos como carne, lana y leche para todo el año. En este contexto, el
turismo de esta región podría ver en los modelos cooperativos y solidarios un foco de desarrollo importante
para la creación de ofertas a futuro, dado que existen muchos espacios geográficos con condiciones similares
donde se pueden desarrollar modelos productivos arraigados a un desarrollo local auténtico.
Agradecimientos
A la valiosa participación de las comunidades indígenas collas Chiyagua y Diego de Almagro, así como a
la comunidad diaguita Yupanky; asimismo, el reconocimiento por su colaboración a la Asociación de Guías de
Turismo de Atacama, AGA, y la Asociación de Turismo de Atacama, ASTURA. Los fondos del estudio fueron
otorgados por el Gobierno Regional de Atacama en su línea de fondos para la innovación y la competitividad,
FIC-R.
Conflicto de intereses
El autor no tiene conflicto de intereses con el contenido de este trabajo.
Notas
1. Este estudio es parte del proyecto FIC n.º 30486472 denominado «Ruta Qhapaq Ñan Huella en el desierto», ejecutado por la Universidad de Valparaíso
y financiado por el Gobierno Regional de Atacama entre los años 2018 y 2019.
2. Corresponden a mesas territoriales que encabeza el municipio local, que acerca el diálogo de las comunidades indígenas que habitan el territorio con
el sector público.
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Alan Muñoz Bascuñan
Universidad de Valparaíso, Chile.
Gestor en turismo y cultura. Magíster en control de gestión. Académico de la Escuela de turismo y cultura de la Universidad de Valparaíso, Chile,
con experiencia en investigación y desarrollo territorial en diferentes partes de Chile, con énfasis en el trabajo relacionado al sector patrimonial, las
tecnologías, la competitividad y los destinos turísticos.
alan.munoz@uv.cl
ORCID:
https://orcid.org/0000-0001-7103-9250