La invención turística de Rosario (Argentina). El patrimonio, la costa y el bulevar
The tourist invention of Rosario (Argentina). The heritage, the coast and the boulevard
Para citar este artículo
Vera, P., & Roldán, D. (2021). La invención turística de Rosario (Argentina). El patrimonio, la costa y el bulevar. Turismo y patrimonio, (17), 79-98. https://doi.org/10.24265/turpatrim.2021.n17.05
Resumen
Se indaga sobre el proceso de invención de Rosario como ciudad turística durante los últimos veinte años
atendiendo aspectos urbanísticos, políticos y culturales impulsados por el gobierno municipal y el Ente Turístico
Rosario. Para ello, se analizan las estrategias turístico-patrimoniales de tres espacialidades a partir de las cuales
se configuró la noción de turismo urbano local y que se sintetizan en las figuras del patrimonio, la costa y el
bulevar. Se trata de elementos que sostuvieron políticas, acciones y retóricas orientadas a inventar un destino,
unos atractivos y cierto pasado urbano que operan como referencias identitarias de la ciudad.
Palabras clave: ciudad neoliberal, turismo urbano, patrimonialización, reconversión urbana, Rosario.
Abstract
This research investigates the process of invention of Rosario as a tourist city during the last twenty years
attending urban, political and cultural aspects carried out by the municipal government and the Rosario Tourist
Board. For this, we analyze the tourism-heritage strategies of three elements from which the imagery of local
urban tourism was configured, and which are synthesized in the figures of heritage, the coast and the boulevard,
as elements that sustained policies, actions and the rhetoric oriented to invent a destination, its attractions and
certain urban past that operate as identity references of the city.
Keyword: neoliberal city, urban tourism, cultural heritage appraisal, urban transformation, Rosario.
Introducción
En las últimas décadas, a partir de la reconstrucción de las configuraciones de los Estados nacionales, las
ciudades se han convertido en el escenario de la reproducción y la transmutación del neoliberalismo (Brenner
et al., 2015; Wacquant, 2010). Contabilizando experiencias simultáneamente exitosas y dramáticas, progresivas
y regresivas, replicables y singulares, la ciudad se ha instituido en uno de los territorios-laboratorios prioritarios
de experimentación, construcción y puesta a punto de las fórmulas que los think tanks diseñan para la
gubernamentalidad neoliberal (Peck y Theodor, 2015). Pese a la tendencia a la reproducción y exportación de
las experiencias exitosas, Ong (2006) indicó cómo el neoliberalismo configura una tecnología móvil de gobierno
cuyos rasgos se establecen a partir de ensamblajes complejos entre políticas globales for export, grupos de
expertos, gobiernos locales y territorios con relaciones sociales, procesos históricos, dinámicas culturales y
formaciones políticas específicas y situadas.
La neoliberalización de la gestión urbana promueve la transformación de la distribución de los recursos, las
tecnologías de gobierno y los efectos de la gubernamentalidad. El nuevo urbanismo de gestión flexible e
innovadora generó nuevos instrumentos de gobierno como los planes urbano estratégicos (Boltanski y Chiapello,
1999). La ciudad comenzó a ser estructurada más por el deseo de ciertos sectores que de la racionalidad, la
economía libidinal capturada por el consumo del capitalismo tardío fue el molde en el que se vaciaron las
intervenciones urbanísticas (Améndola, 2000; Lyotard, 1974). La ciudad racionalista, funcional, rígida, abstracta,
estructural, extensiva fue sustituida por una configuración urbana estratégica, desiderativa, flexible, fragmentada,
estética, arquitectónica, consumible e intensiva (Harvey, 1990). Este contexto, aunado con el despliegue de
una racionalidad de negocios, convirtió a las ciudades en los territorios de lo que diversos investigadores
denominaron urbanismo neoliberal (Hackworth, 2007; Hidalgo y Janoschka, 2014; Theodor et al., 2009). Esta
modulación en el gobierno de la ciudad desplaza sus fuentes de estructuración cívico-políticas hacia otras
mercantiles, convierte a las políticas urbanas de amplio alcance en gestiones empresariales orientadas por la
eficacia de corto plazo y, finalmente, identifica a las ciudades no a través de los mecanismos socioculturales
colectivos de la memoria y la historia urbana, sino mediante el uso de tecnologías de invención y simulacro de
identidades propias del marketing empresarial (Arantes et al., 2002). Una de las consecuencias más visibles
en las ciudades es un fenómeno progresivo y diversificado de mercantilización urbana que induce a las ciudades
a ingresar en la competencia por atraer flujos de capital mediante la gestión local del marketing. Con el objetivo
de posicionarlas dentro del mercado, se desarrollan marcas de ciudad que condensan imágenes y valores para
la transformación del modelo económico (de negocios) urbano (Améndola, 2000; Benko, 2000; Lury, 2007;
Vela, 2012). De forma simultánea, el campo en expansión de lo patrimonial es resignificado como un producto
a valorizar en el mejoramiento de la competitividad de las ciudades. La construcción de ciertos símbolos
patrimonializables muestra la tensión entre preservar y olvidar algunas huellas y testimonios por medio de un
uso selectivo del pasado, dentro del reservorio inagotable de signos, objetos y relatos que es la ciudad
(Pesavento, 1999). En los procesos de patrimonialización, el turismo cumple un rol cardinal, al estimular la
conservación, rehabilitación y construcción de circuitos y objetos patrimoniales como activos para su explotación.
En el campo patrimonial, el turismo funciona como marco ideológico que tiene la capacidad de adaptar la
cultura y la naturaleza a sus necesidades (MacCannell, 2007). A su vez, existe una «relación simbiótica entre
las imágenes e imaginarios, el patrimonio y el turismo» (Alvarado-Sizzo y López, 2018, p. 19). Es decir que el patrimonio ofrece insumos con una densidad de sentidos lo suficientemente potente como para contribuir en
los procesos de producción y/o consolidación de imágenes e imaginarios turísticos, una intersección
sugerentemente analizada para el caso de Buenos Aires por González (2014).
Paralelamente, se verifica un proceso de homogeneización de los paisajes urbanos y el ascenso de la
fragmentación socioespacial. En este contexto, lo patrimonial y lo patrimonializable adquieren un rol destacado
no solo como recursos utilizados en los procesos de turistificación de ciudades, sino también como estrategias
discursivas y materiales en los procesos de reconversión urbanística, donde se dispone y reconfigura de manera
arbitraria el campo de sentidos sobre el pasado (Vera, 2018). En síntesis, se pueden apreciar como tensiones
de la ciudad neoliberal, ciertas operaciones urbanas que recaen en el marketing urbano y la identidad urbana;
el patrimonio y la historia; el turismo y la ciudad habitada; el espacio público escenográfico y el espacio público
vivido. Ponderados como tensiones y no como opuestos, estas relaciones nos permiten indagar ciertos aspectos
de la articulación neoliberal entre lo cultural y lo urbano.
En el presente trabajo se da a conocer el proceso de construcción de Rosario como ciudad turística a lo
largo de los últimos veinte años. En respuesta a la búsqueda de incorporar esta práctica cultural y actividad
económica a una ciudad sin tradición turística urbana, se pudo constatar el rol central atribuido al patrimonio.
Especialmente, en el proceso de turistificación de Rosario, los patrimonios arquitectónico y natural (paisajísticosambientales) cumplieron papeles destacados como sostenes activos de políticas, acciones y retóricas orientadas
a inventar un destino, unos atractivos y cierto pasado.
La investigación se enfoca en tres espacios: Puerto Norte-Refinería, la Costa Central y Bulevar Oroño.
Allí se analizan las estrategias turístico-patrimoniales a partir de las cuales se ha ensayado configurar el ambiente
para un turismo urbano. Cada una de estas zonas representa distintos aspectos históricos de la ciudad y
actualmente componen recorridos en los que han operado intervenciones públicas y privadas de embellecimiento
estratégico (Benjamin, 1972). Estos lugares representan, también, distintos tiempos en el proceso de turistificación
de la ciudad. Bulevar Oroño es un lugar clásico y representativo que apareció como espacio emblemático de
Rosario en las postales de comienzos del siglo XX, mientras que la costa central es un emergente de las políticas
públicas urbanas iniciadas en la década de 1990. En este sentido, la idea de dejar de ser una ciudad de espaldas
al río orientó las intervenciones de recuperación de la costa y su reconversión como espacio público
reformulando, en cierto modo, la imagen y la identidad de la ciudad. Asimismo, Puerto Norte-Refinería constituye
la última invención que, en pleno siglo XXI, proyecta la imagen de una ciudad en continua transformación en
pos del progreso materializado en el desarrollo inmobiliario y en intervenciones que replican modelos urbanos
globales. Estos tres espacios se fueron consolidando como representativos de la ciudad en la promoción turística
oficial marcando una continuidad que liga el centro histórico con la costa central y el río. Relatos sobre la
historia, el presente y el futuro conviven en estos recorridos de la oferta turística local.
Por lo tanto, resulta relevante recuperar algunos aspectos históricos y marcas de identidad de esos hitos
urbanos. ¿Qué huellas se borran y cuáles se recuperan? ¿Cómo se estructura esa recuperación? ¿Cómo se
promueve el perfil turístico de la ciudad a partir de estos focos? Estas son algunas de las interrogantes que
conducen esta investigación. Si bien este proceso de patrimonialización-estetización-turistificación estuvo signado por un amplio consenso social, también se intenta dar cuenta de posibles resistencias a su dinámica de avance.
Para resolver estas preguntas se analizan algunos de los procesos urbanísticos, turísticos y políticos llevados
adelante por la Municipalidad de Rosario y el Ente Turístico Rosario que nuclean a las empresas del sector y
evidencian los procesos de alianza y agenciamiento público-privados. El estudio prioriza una estrategia cualitativa
interpretativa crítica a partir de la combinación de técnicas de análisis de discursos con observaciones en el
campo desarrolladas entre 2015 y 2017. El corpus está conformado por documentos oficiales publicados,
promociones turísticas oficiales relevadas en sitio web y redes sociales oficiales del mismo período de tiempo.
Relanzar el patrimonio histórico nacional: estatuas, iluminación, río
Dentro del frenético uso de la invención que Rosario hace en cuanto a la actualización selectiva de ciertos
fragmentos de su historia, la búsqueda de un pasado nacional procuró atenuar la desvinculación de la ciudad
respecto a los momentos colonial y fundacional de la nación. Un episodio más bien secundario y poco conectado
a las guerras de la independencia fue imaginado como el puente para enlazar el pasado de Rosario con la
historia nacional. La creación de la Bandera por Manuel Belgrano y su primer izamiento conformaron un episodio
que podía ser rememorado. Excepto los tomos firmados por Bartolomé Mitre de La historia de Belgrano y
las indagaciones de los historiadores locales para fijar el sitio histórico de las Baterías Independencia y Libertad,
de ese acontecimiento no se conservaban mayores vestigios (Hourcade, 2001).
Esa ausencia plantea un problema. La conmemoración del pasado requiere de la existencia de ruinas y
fósiles o, al menos, de la invención de fetiches conmemorativos. El caso de Rosario hace indispensable arbitrar
ese tipo de producciones. Los ensayos destinados a superar esa falta de pasado y de restos materiales para
conmemorarlo se iniciaron a fines del siglo XIX, prolongándose significativamente, cuanto menos, hasta 1957.
A pesar de las variaciones de los cuatro ensayos –fines del siglo XIX, Centenario de la Revolución de Mayo,
fines de la década de 1920 y de la década de 1930–, en todos los casos se trató de construir algún tipo de
materialidad que pudiera ocupar el lugar de ese vacío y permitiera el culto a la nación. La importancia de
Rosario era antes producto de los ferrocarriles, el puerto y los flujos de cereales e inmigración europea que
de la creación de la bandera argentina (Rovira et al., 1999).
El Monumento Nacional a la Bandera (MNB) puede ser considerado como un lugar de la memoria en
tanto se trata de una especie de monumento-santuario que funciona como un hito espacial (Nora, 1998). Como
lo analizó Eduardo Hourcade (1995), el modelo estuvo ideológicamente inspirado en las formulaciones euríndicas
de Ricardo Rojas, que proponían la fusión de lo europeo y lo aborigen, lo americano y lo colonial en la
construcción del Altar de la Patria. Su arquitectura procura establecer un pliegue monumental capaz de
comunicar el presente homogéneo de la ciudad portuaria de Rosario con la diferencia y la singularidad de su
pasado nacional. El artefacto arquitectónico, elaborado por Ángel Guido, posee dimensiones importantes y es
una de las pocas formas monumentales decididas a la bandera de un Estado Nacional. Inaugurado en 1957,
hasta no hace demasiados años, fue quizá la mayor atracción turística urbana. El MNB apareció en las primeras
guías turísticas de Rosario (Figura 1) y desde su creación fue el escenario de una promesa y un juramento de
lealtad patriótica: el de los niños escolarizados y el de los soldados conscriptos.
Figura 1
Guía turística de Rosario, 1961
Nota. Viñas, 1961.
De manera semejante al obelisco porteño, pero compartiendo también ciertos atributos con la Plaza de
Mayo, fue y continúa siendo el escenario de concentraciones de distinta naturaleza: política, artística, cívicoconmemorativa, religiosa y deportiva (Hourcade, 2010). Si la mayor parte de las identidades se asientan sobre
la base de una imagen y un relato, podría afirmarse que la de Rosario, durante varias décadas, se cimentó en
la imagen de la torre del Monumento y en la narración de su historia como «Cuna de la Bandera». Lo que sin
dudas fue un símbolo para los propios habitantes, pronto fue promovido a la altura de una relevante atracción
turística de escala nacional y con posibilidad de proyectarse más allá de las fronteras.
Pero si las guías turísticas de las décadas posteriores a su inauguración lo tuvieron como protagonista
indiscutido, desde 1992, a partir de la inauguración del Parque España, primera pieza en la larga reconquista
de la costa, el MNB ha perdido algo de su antiguo influjo y seducción. Cierta obsolescencia formal envolvió al
monumento. El modernismo del MNB es hijo de la arquitectura de masas de la entreguerras. Su solidez, opacidad
y peso constituyen una disonancia frente a las nuevas tendencias de una arquitectura que enfatizan la
transparencia y volatilidad de las estructuras. Las autoridades intentaron matizar ese tipo de monumentalidad
a partir de varias estrategias sucesivas que sostuvieran el atractivo y actualizaran al complejo monumental.
La primera se produjo en 1997 y consistió en revivir el antiguo proyecto del Pasaje Juramento. Se trata de
una pasarela sobre nivel que conecta el propileo del MNB con la plaza 25 de Mayo, mediando los edificios de
la Catedral y el Palacio Municipal. Las esculturas, talladas en Italia por Lola Mora con motivo del Centenario,
fueron colocadas en pedestales sobre un espejo de agua. La composición arquitectónica buscaba ocultar los
soportes físicos de los modelos. Realizadas sobre mármol de carrara y formalmente neoclásicas, las esculturas difieren de aquellas que Bigatti, Fioravantti y el propio Guido desarrollaron en bronce y mármol travertino,
bajo la inspiración del estilo neocolonial, en distintos sitios del MNB. Quizá la única semejanza de ambos
conjuntos escultóricos radique en cierto tono épico. Esa primera modificación importante de la estructura del
MNB intentó modernizarlo conforme a los nuevos estándares de una arquitectura posmoderna. La proyección
intentaba hacer ganar al conjunto algo de flexibilidad, ligereza y preciosismo de formas. Se buscaba revestir
de mayor atractivo al paseo, extraerlo de ese clima de pesadez maciza propio de la arquitectura de entreguerras.
Por otro lado, la perspectiva paisajística de la zona de propileo del MNB cobró una nueva presencia al recortar
su silueta sobre el río Paraná.
Detrás del propileo, justo después de la llama votiva, se abre el Pasaje Juramento. Terminado recién a fines del siglo que pasó, es la entrada al denominado «casco histórico» de la ciudad. Ornamentado con un puñado de esculturas de Lola Mora, que la tucumana confeccionó para uno de los varios proyectos que tuvo el monumento, el pasaje une la construcción con la Plaza de Mayo, que como su par porteña, cada jueves reúne a un puñado de mujeres cubiertas con pañuelos blancos, que marcha en círculos para no olvidar ni perdonar. (González, 2003)
Las preocupaciones por restaurar y reforzar el estatus turístico del monumento se mantuvieron. El efecto de flotación que las esculturas depositadas sobre el espejo de agua transmiten, amparándose en un juego de luces subacuáticas, resultaba insuficiente (Figura 2).
Figura 2
Pasaje Juramento Monumento Nacional a la Bandera
Nota. Rosario Turismo (s.f.). [Página de Facebook]. Recuperado el 27 de setiembre de 2017.
https://www.facebook.com/rosarioturismo/photos/a.248248591889990/1473804029334434
Las fracturas materiales, morfológicas y estilísticas entre el Pasaje Juramento y el MNB son difíciles de disimular. Tan solo a través de las sombras nocturnas y sirviéndose de una iluminación artificial que reproduce los colores de la bandera sobre la torre del MNB pudo crearse una ilusión de continuidad. Aunque la justificación del proyecto recuperó un presunto anhelo de Ángel Guido, quizá inspirado en la iluminación nocturna de los rascacielos las grandes metrópolis americanas y en las obras de Albert Speer, la iluminación de edificios públicos era tradicional en el contexto de las fiestas patrias. Por otro lado, actualmente, muchos de los íconos urbanoarquitectónicos del planeta son objeto de ese tipo de ornamentaciones inmateriales que encastran a la perfección con los preceptos de maleabilidad, inmaterialidad y fluidez de las formas. La iluminación artificial fue inaugurada oficialmente el 20 de junio de 2007, con motivo del cincuentenario del MNB. La infraestructura a base de lámparas led fue donada por la firma holandesa Phillips, corriendo por cuenta de técnicos locales el diseño y la colocación (en Nueva Región el 20 de junio de 2007). Este juego de luces fue un modo de alterar la opacidad del edificio durante la noche y en galas especiales, sin producir registros materiales ni afectar a la estructura (Figura 3). Una modalidad de intervención, que en su variante material, fue practicada por primera vez, en la ciudad, en las intervenciones de edificios del Museo de Arte a la Vista y sobre el cuerpo de los silos del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario.
Figura 3
Iluminación nocturna del MNB
Nota. Rosario Turismo (s.f.). [Página de Facebook]. Recuperado el 11 de octubre de 2017.
https://www.facebook.com/rosarioturismo/photos/a.248248591889990/1484246758290161
Actualmente, en el MNB se han iniciado una serie de obras que han sido publicitadas como las más
relevantes desde su construcción. Se trata de la recuperación de los revestimientos, el asegurado de las placas,
la restauración de algunas de ellas y la impermeabilización del área. Por otro lado, se promueven reformas en
la estructura de accesibilidad totalmente basadas en distintos tipos de escaleras que impiden el desplazamiento
de personas con problemas de movilidad (Montilla, 2016). Estas obras ensayan poner en valor la estructura
del MNB, el más grande de la Argentina y único en su género en Latinoamérica para atraer a turistas nacionales
y extranjeros. Asimismo, se busca recuperar su valor icónico y de postal urbana (Municipalidad de Rosario,
2015, pp. 24-25).
Estas refacciones representan un doble trabajo, primero se refuerza la centralidad icónica del MNB como
emblema y punto de atracción de la ciudad, y segundo, se proponen espacios menos situados y singularizados
dentro de la ciudad con los cuales el turista puede identificarse más allá de los marcos locales y nacionales.
La fluidez de la estructura arquitectónica posee como correlato una accesibilidad en la movilidad y en la
decodificación simbólica del complejo del MNB que se une al casco histórico y se prolonga en el paseo del
siglo. Ese proceso de refacción y relanzamiento del MNB se enlaza al reacondicionamiento y revitalización
del centro histórico de la ciudad.
Patrimonio material, geografías nostálgicas, ejercitación y gastronomía en el bulevar decimonónico
En la segunda mitad del siglo XIX, la disposición de dos bulevares constituyó una novedad importante para
la por entonces pequeña ciudad de Rosario. A pesar de anticipar las grandes reformas parisinas de Haussmann,
el proyecto se inspiró en las modificaciones parciales que ya se venían llevando a cabo en la traza de la capital
francesa (Pesavento, 1999). La producción de los bulevares tenía varios objetivos: embellecer la ciudad con
arterias especialmente atractivas para el paseo de las élites, fomentar la fluidez en la circulación, tanto de
vehículos como del aire y, finalmente, establecer un sistema de bulevares de rondas a modo de anillo, capaz
de deslindar las áreas de la ciudad. A partir del trazado de los Bulevares Argentino (desde 1904, avenida
Pellegrini) y Santafesino (desde el mismo año, Bv. Oroño) se constituyó una de las singularidades de la ciudad:
los llamados bulevares de ronda que forman triángulos sucesivos, cuya base es la costa del Paraná, y que,
desde su creación, han perimetrado la traza urbana.
Bv. Oroño posee un tramo sobre el que se han enfocado las políticas del patrimonio arquitectónico, desde
el Parque de la Independencia, creado en 1900, hasta la avenida de la Costa. Esa parte del bulevar posee un
cantero central en el que predomina la plantación de palmeras, con un ancho de dieciséis metros, especialmente
habilitado para ser recorrido a pie. En ambos lados de las fajas asfálticas se alzan las mansiones construidas
por la élite rosarina de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Más allá del kitsch, denostado por Manuel
Gálvez (1910), Ramón Gutiérrez y Graciela Viñuales (1978), percibieron el valor de ese acervo arquitectónico
de la ciudad. En esa retrospectiva, uno de los puntos de concentración fueron las mansiones de Bulevar Oroño.
Las iniciativas vinculadas al valor de la arquitectura de Rosario se plasmaron en una serie de normativas para
la preservación del patrimonio arquitectónico de fines del siglo XX. Del mismo modo que el MNB, la arquitectura
de la ciudad funciona como una materialidad histórica conmemorable y conservable a falta de una fundación
colonial y una historia que exceda a la ciudad moderna. En un primer momento, uno de los sitios privilegiados de la intervención patrimonialista fue el Paseo del Siglo, ubicado en otra de las arterias emblemáticas de la
ciudad: la calle Córdoba. Algunas de sus cuadras se constituyeron en la primera pieza del rompecabezas que
convirtió a las fachadas de los grandes edificios academicistas del siglo XIX y comienzos del XX en patrimonio
arquitectónico, sumando también a los modernistas inspirados en el Art Nouveau y el Art Decó. La calle Córdoba
es el eje que comunica al Paseo del Siglo con el complejo de plazas cívicas de la zona central –San Martín,
Pringles y 25 de Mayo– hasta desembocar en el MNB, el Parque Nacional a la Bandera y ribera del Paraná.
Allí convergen un valor patrimonial y un valor estratégico-circulatorio que cimenta la posibilidad de construir
los circuitos turísticos.
Bulevar Oroño forma una perpendicular con el Paseo del Siglo que enlaza al Parque de la Independencia,
con el nuevo continuum de espacios públicos de Rosario que se extiende desde el Parque España hasta Puerto
Norte. En este sentido, a la conexión urbana se sobreimprime una vinculación histórica. El enlace espacial
funciona, al mismo tiempo, como conexión histórica de dos paisajes urbano-arquitectónicos creados a la medida
de figuración de las elites locales de los dos fines de siglo. Desde el Museo Castagnino hasta el Museo MACRO,
desde el Parque de la Independencia hasta el Parque de las Colectividades, desde las mansiones de la elite
local hasta los edificios de alta gama de Puerto Norte es posible observar el despliegue de una especie de
sintagma urbano (De Certeau, 1999) que narra las construcciones de los grupos sociales hegemónicos.
En una ciudad enamorada del progreso y las novedades, moderna por nacimiento y elección, celebrar el
patrimonio y proponerlo como motivo turístico, no siempre resulta sencillo. Muchas de las obras arquitectónicas,
que hubieran sido ingresadas en el catálogo de la protección patrimonial sin vacilaciones, han sido demolidas.
En su lugar, se levantan construcciones de propiedad horizontal sin mayores atributos. Si bien los edificios de
la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI, desbaratan las posibilidades de incrementar el patrimonio
con piezas urbanas históricas, lo incrementan en los códigos del mercado inmobiliario y de la funcionalidad
residencial.
En los fines de semana, las escasas mansiones y los más numerosos petits hoteles supervivientes forman
una especie de pasarela, un paisaje escenográfico, en ambos lados del Bulevar, como lo retrata la página oficial
de turismo local.
Boulevard Oroño. Una traza que invita a distendidos paseos entre palmeras y casonas de llamativa arquitectura. La circulación está separada por amplias plazoletas que invitan a caminar entre palmeras y antiguos faroles, o a tomar un descanso sentándose en los clásicos bancos del boulevard. A ambos lados se ubican mansiones y residencias de diversos estilos arquitectónicos, que reflejan la opulencia regional de fines del siglo XIX y principios del XX. Bares y restaurantes completan el atractivo de este clásico paseo rosarino. (Ente Turístico Rosario, s.f.)
Sin embargo, el resto de la semana, en las rutinas cotidianas han reinventado su sentido como clínicas de
atención médica en diversas especialidades. Hemos explorado estas cuestiones en otros trabajos, que realzan
la relación de las especialidades médicas, los grupos empresarios, los congresos y el turismo médico (Vera,
2015a).
Una estrategia llamativa que intenta hacerle frente al paso del tiempo bajo la forma de demolición ha sido
desarrollada por la Municipalidad bajo la denominación Romántica del Bulevar, que conforma una serie de
fotografías y leyendas alegóricas que se exhiben como una especie de representación expresiva frente a la
sustitución de aquellas edificaciones y la presencia de edificios menos singulares. Se trata de la construcción
de un circuito de la memoria, una especie de patrimonialización póstuma y una muestra museográfica a cielo
abierto formada sobre la base de imágenes y narraciones nostálgicas, a falta de materialidades más contundentes.
La estrategia de patrimonialización arquitectónica tuvo mayor y mejor vinculación con el marketing urbano
que con la conservación de algunos edificios de potenciales demoliciones (Vera, 2015b). El patrimonio, en
este caso material o material-sustituvo –especialmente este último, si consideramos Romántica del Bulevar–
ingresa en un circuito de retroalimentación con el mercado inmobiliario y con la producción de escenografías
turísticas. Como complemento a esta política, se han restaurado y reunido a lo largo del Bulevar Oroño una
serie de estatuas que estaban dispersas o eran guardadas en los depósitos del Museo de la Ciudad (Figura 4).
Todos los modelos, emplazados en la faja central a la largo del recorrido, están en perfecta composición con
la estética y los estilos decorativos de las mansiones todavía en pie, como de aquellas cuyo único testimonio
resulta de las fotografías enmarcadas de Romántica del Bulevar.
Figura 4
Estatuas sobre Bulevar Oroño
Nota. Rosario Turismo (s.f.). [Página de Facebook]. Recuperado el 1 de noviembre de 2017.
https://www.facebook.com/rosarioturismo/photos/a.248248591889990/1502942819753888
Uno de los objetivos del turismo urbano es poner en valor la tensión entre renovación y preservación de la ciudad que generan la patrimonialización y la planificación estratégica. Esta explotación de las nuevas partes de ciudad produce circuitos y recorridos turísticos que tienden a fragmentar tanto el espacio como la temporalidad urbana. De manera que algunos circuitos patrimoniales y turísticos, como Bulevar Oroño, presentan atractivos específicos en determinados días de la semana. Estas formas heteorotópicas de la organización espaciotemporal han sido tematizadas por las ciencias sociales anglosajonas con la denominación de eventscape (Hou, 2010). Con la intención de actualizar el perfil de ciudad saludable y proclive a estimular el movimiento corporal recreativo, el municipio genera todos los domingos por la mañana y hasta el mediodía la Calle Recreativa. Se trata de un circuito en el que se interrumpe el tráfico vehicular y en el que se invita a la circulación peatonal o en movilidades alternativas y ambientalistas: bicicletas, patinetas, patines, etc. La columna vertebral de la Calle Recreativa, donde se articulan las dos áreas más importantes del recorrido: Parque de la Independencia y la cadena de espacios públicos de la costa renovada es, precisamente, el Bulevar Oroño (Figura 5) (Roldán y Godoy, 2017). La Calle Recreativa establecía una suerte de diálogo entre una de las zonas más patrimonializadas de la ciudad, como Bulevar Oroño, y las más gentrificadas, como Puerto Norte, Refinería (Añaños, 2020; Vera, 2018).
Figura 5
Calle Recreativa sobre Bulevar Oroño
Nota. Municipalidad de Rosario, s.f.
Este paisaje eventual del bulevar Oroño ha sido recientemente apuntalado por una nueva atracción. Sobre
su última parte, en las zonas inmediatas a la Feria de Artesanos de Parque Norte y en las inmediaciones del
Museo MACRO, algunos domingos por la tarde, se instalan los Foods trucks. En esas prolongaciones móviles
de bares y restaurantes de la ciudad, pueden adquirirse, sin la necesidad de interrumpir el paseo o dirigirse a un lugar específico, comidas y bebidas al paso. Este tipo de dispositivos ha sido diseñado para reforzar la plantilla
de empresarios gastronómicos de la ciudad y, al mismo tiempo, satisfacer una demanda de un consumidor ocasional,
posiblemente turista, y establecer un sistema de publicidad materializada de los locales ubicados a veces en zonas
próximas y otras algo más distante respecto al Bulevar y la costa centro-norte.
En este sentido, la Calle Recreativa funciona como la mayoría de los circuitos turísticos, configurando una
narrativa urbana selectiva. Los trayectos proyectan sus puntos de luz sobre la ciudad, iluminan lo que desean
subrayar y buscan identificar los pasos del turista con los paisajes naturales como el río, pero también espacios
de poder, consumo y distinción social del área céntrica. A través de estos circuitos, el municipio consigue exhibir
de manera más o menos duradera sus propias intervenciones urbanas y su relato de una ciudad rehabilitada
que busca imponerse en un difícil y disputado contexto de competencia interurbana global. Al mismo tiempo,
mediante la práctica corporal y ritual del recorrido, estos dispositivos urbanísticos y de movilidad ensayan
interiorizar esas figuraciones tanto en el horizonte del deseo como en el imaginario de sus habitantes.
Puerto Norte: la vida en las fábricas como patrimonio y fetichismo
Puerto Norte está emplazado sobre la ribera del Paraná, en relación de contigüidad con el centro administrativo
de la ciudad. Tras su desafectación ferroportuaria, el área es promovida como nueva centralidad con capacidad
de congregar a los más modernos desarrollos inmobiliarios y arquitectónicos de Rosario. La renovación de Puerto
Norte concentra torres con departamentos residenciales de alta gama, condominios, edificios de oficinas con
servicios High-Tech, un hotel boutique, algunos emprendimientos comerciales y gastronómicos, centros de
convenciones, etc. El conjunto está rodeado por espacios públicos inmediatos al río.
Puerto Norte es un megaproyecto que propone un punto de inflexión en el proceso de reconversión del
frente costero lanzado a comienzos de los años 90. En el marco del urbanismo proyectual, la primera pieza
para la recuperación de la ribera central fue el Parque de España. El arquitecto catalán Oriol Bohigas desarrolló
el diseño entre 1979 y 1981. Después de innumerables dilaciones y contratiempos, el Parque fue inaugurado
en 1992 (Robles, 2015). Este conjunto era el primer eslabón de una cadena de políticas de urbanización que
procuraron ensamblar la ciudad y el río, a través de una interface continua de espacios públicos, centros
culturales y dispositivos recreativos. El despliegue de las composiciones sucesivas mostró una alianza estrategia,
cada vez más consolidada e indisoluble, entre el diseño público y los capitales privados. El punto más alto de
ese crescendo del amalgamamiento de los intereses privados y la planificación urbana fue Puerto Norte, la
pieza más escenográfica de la recuperación de la costa (Vera et al., 2016). La producción de Puerto Norte
dependió directamente de la implementación de convenios público-privados. Esos acuerdos pautaron una
articulación en la que el sector privado, a partir de la gravitación de las inversiones financieras, marcó el pulso
del desarrollo urbano. En este marco, Puerto Norte es considerado por un amplio arco político, social y
empresarial como la condensación del proceso urbanístico de recuperación y/o conquista del río y la costa
para toda la ciudad. Paralelamente, las singularidades de este complejo evidencian un paulatino, sutil y sostenido
proceso de privatización de la espacialidad ribereña. Se pasó de intervenciones focalizadas en la recuperación
de terrenos ferroportuarios como espacios públicos y centros culturales o museos, a la transformación urbana
sostenida de estos espacios en hábitat de lujo. Concentradas en la construcción de torres y propiedades privadas, resguardadas por perímetros de materialidad variable, el entorno de acceso y el camino que desemboca en el
paseo público tienen en estas nuevas intervenciones urbanas un rol secundario.
La idea de patrimonio elaborada y difundida por el municipio presentaba un enlace fuerte con el turismo
(Vera, 2015a). Turismo y patrimonio fueron destacados como políticas convergentes en el marco de los ensayos
de modernización de la gestión local. En 1998, el municipio lanzó el mapa-diagrama para la transformación de
la ciudad: el Plan Estratégico Rosario, un documento que recibió una actualización y ampliación de su escala
en 2010, bajo la denominación de Plan Estratégico Metropolitano (PERM). Ambos documentos, fueron
complementados por el Plan Urbano Rosario 2007-2017 (PUR) que contiene lineamientos específicos sobre
la recualificación de la zona ribereña y los espacios estratégicos a jerarquizar mediante convenios públicoprivados. En ese contexto, se establecieron nuevas normativas y acciones tendientes a preservar y rehabilitar
el patrimonio arquitectónico.1
Para el gobierno local, lo patrimonial adquirió una importancia creciente y se vinculó con la «inmersión semiótica»
(Lash y Urry, 1998). Se hizo necesario producir, inducir y organizar sentidos sociales en torno a lo material y lo
simbólico delimitado por la ciudad. Este impulso alimenta y promueve el diseño y la estética (o estetización) de
los espacios y los lugares (Lipovetsky y Serroy, 2015). El rebote urbano de esta operación es la progresiva
patrimonialización de edificios, objetos, paisajes, bienes intangibles. El objetivo de estas políticas es la generación
de bienes capaces de satisfacer una demanda de consumo o reforzar una imagen específica de la ciudad.
De acuerdo a lo publicado por la Municipalidad de Rosario (1998), en el Plan Estratégico Rosario (PER) se
presenta la confluencia de políticas públicas de recuperación del patrimonio natural y la revalorización del patrimonio
histórico y cultural locales, como pasos inevitables para el desarrollo turístico de Rosario. La construcción materialsimbólica de una Rosario turística responde a un conjunto de representaciones del imaginario colectivo. Barrio
Refinería y Puerto Norte desempeñan un rol destacado entre los circuitos sugeridos por el Municipio. En el Plan
Urbano de Rosario (Municipalidad de Rosario, 2011, p. 36) se proyecta una intervención de reconversión radical
del área de Puerto Norte para ensamblarla como una nueva centralidad. El rápido acceso al centro y su posición
estratégica en la articulación norte-sur constituyen a Puerto Norte en un núcleo de importancia cardinal para la
renovación urbana. La recuperación de la ribera, la generación de nuevos espacios para la circulación al aire
libre y junto al río son preocupaciones recurrentes. Estas referencias procuran mostrar la necesidad de recibir
inversiones privadas para promover la integración de esa zona y su mayor aprovechamiento como «un área de
oportunidades» (Municipalidad de Rosario, 2010, p. 135). Aunque estas referencias no dejan de lado la necesidad
de mantener la zona renovada en contacto con el resto de la ciudad.
En el PUR (2007-2017) se afirma la relevancia patrimonial del área en términos de arquitectura y memoria
(materialidad y símbolo). Asimismo, se sostiene que la reconversión «protege la memoria del Barrio Refinería
(1890, principal barriada obrera de la ciudad) a través de la conservación del edificio industrial de la Refinería
Argentina de Azúcar (desde 1953 Maltería Argentina) la primera refinería instalada en el país» (Municipalidad
de Rosario, 2011, p. 157). En el PERM 2010, otro patrimonio se añade al industrial. El documento declara que la renovación, también, procura «dar a la ciudad una vista, que hasta hoy sólo es posible desde el río, incorporando
un patrimonio paisajístico de alto valor para el ciudadano» (Municipalidad de Rosario, 2010, p. 136).
Lo patrimonial (o patrimonializable) funciona como un argumento capaz de articular sentido, producir
consensos y atenuar resistencias sobre la nueva orientación proyectada para este espacio, dado que se lo
vincula con el rescate de una época floreciente para la «ciudad del progreso». Y con esa recuperación, también
se afirma y proyecta un presente y un futuro promisorios: «Puerto Norte se define históricamente a partir de
la instalación de las actividades productivas y constituye aún hoy un testimonio el prominente rol que alcanzó
en ese período histórico … representa un pasado próspero» (Municipalidad de Rosario, 2011, p. 251). De
esos expedientes históricos, se deriva la importancia de recuperar y poner en valor «un patrimonio industrial
altamente significativo» (Municipalidad de Rosario, 2011, p. 251). Ese carácter significativo es atribuido por
ese pasado de prosperidad, pujanza y trabajo del período vinculado al modelo agroexportador, a la política
liberal y la Argentina moderna, en el que la ciudad desarrolló sus rasgos comerciales y urbanos. Estos enlaces
entre pasado y presente son reforzados tanto en los documentos oficiales, los periódicos y las recapitulaciones
históricas que acompañan la presentación de nuevas obras urbanísticas.
Una de las materializaciones más elocuentes de la interacción entre desarrollo inmobiliario, turismo y
patrimonio queda condensado en la estética interior del Puerto Norte Hotel Desing2
de cuatro estrellas ubicado
sobre «los silos que vieron crecer la ciudad». Este emprendimiento esgrimió su estrategia comercial y publicitaria
sobre la capitalización de lo patrimonial como atributo de distinción (Vera, 2018). Para ello acude a fotografías
antiguas del puerto que allí funcionaba a principios de siglo XX (Figura 6).
Figura 6
Habitación Puerto Norte. Desing Hotel
Nota. Puerto Norte. Desing Hotel, s.f. Recuperado el 10 de octubre de 2017.
www.puertonortehotel.com
Del amplio conjunto de intervenciones se destaca Forum Puerto Norte que involucra edificios de alto valor patrimonial, recuperados para alojar nuevos usos. Mientras, la Unidad de Gestión 5 (Dolfines Guaraní, Embarcadero y Nordlink) «combina distintas alturas de edificación rememorando la conformación arquitectónica de los silos» (Municipalidad de Rosario, 2011, p. 271). La nueva arquitectura hace suya la misión de rememorar, por medio de una forma y un uso moderno, aquellas piezas del pasado arrasadas por los vientos del progreso.
La reconversión del antiguo puerto –como operación apuntalada en el recupero del patrimonio productivo, industrial o ferroviario, que incorpora a la ciudad áreas e instalaciones desafectadas de su uso original y transformadas en espacios vitales– ha sido objeto de un novedoso enfoque de la planificación urbana de hoy. (Municipalidad de Rosario, 2011, p. 255)
En este sentido, se observa la tendencia contemporánea a construir ciudades-museo (Lipovetsky y Serroy, 2015). A partir de la puesta en valor de ruinas industriales, hoy patrimonializadas, se generan nuevas imágenes y circuitos de consumo tanto turísticos como residenciales (Figura 7).
Figura 7
Barquito de Papel como atractivo turístico
Nota. Rosario Turismo (s.f.). [Página de Facebook]. Recuperado el 29 de junio de 2017.
https://www.facebook.com/rosarioturismo/photos/a.248248591889990/1391074597607378
La creciente estetización museística de la ciudad se produce sus costos en términos de la desintegración y fragmentación de la vida del barrio. En los espacios resguardados contra el paso del tiempo, los lugares cotidianos quedan congelados y son sustituidos por un patrimonio que tiende a lo escenográfico. Al respecto es notable la promoción turística oficial con relación al barrio Refinería que «hoy integra a los paseos junto al río de la mano de una ambiciosa reconversión urbana» (Ente Turístico Rosario, s.f.). También, se incorporan lugares puntuales que no son mencionados en otros discursos analizados: el barrio inglés conformado por las viviendas de la aristocracia obrera del ferrocarril y el comienzo del recorrido en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario.
Una caminata por este barrio ofrece la posibilidad de reconstruir imaginariamente su aspecto en los inicios del siglo XX: aquella vieja fisonomía de muelles y barcos, vías y trenes, fábricas y obreros, bodegas y bodegones, conventillos y pensiones, rosarinos e inmigrantes en un incesante ir y venir entre sus necesidades y sus sueños. (Ente Turístico Rosario, s.f.)
La huelga de 1901 evoca el peso de la represión sobre la manifestación obrera. Este episodio inspiró al
artista plástico Antonio Berni para la realización de su obra Manifestación, sobre el fondo de la composición
aparece el edificio de la Refinería Argentina de Azúcar. Actualmente, este escenario urbano se presenta como
un borde, un paisaje liminar entre los vestigios del pasado barrial donde es posible encontrar aún casas de
principios de siglo XX y un presente marcado por construcciones de alta gama que condensan el imaginario
de futuro, progreso e innovación. Ese nuevo emplazamiento de cara al futuro y al río materializa edificios con
muros espejados y otras recicladas como el edificio de la Refinería que hoy aloja departamentos y
emprendimientos comerciales.
Las estructuras industriales y portuarias recuperadas se orientan a reconstruir la idea de la ciudad del progreso
y el trabajo que se desliza a través de las construcciones actuales como una evolución casi natural e inevitable
hacia otro futuro marcado por el diseño y la innovación. Puerto Norte busca encarnar, representar y, en cierto
modo, significar la concreción del futuro que pueden haber soñado quienes trabajaron y construyeron ese lugar
cuando aún se trataba de un puerto y una refinería. Hay un deseo único y constante de ciudad que se mantiene
intacto por más de un siglo.
Se recupera una imagen mistificada del barrio obrero en términos de un conjunto habitacional tradicional y
armónico, algo más parecido a una aldea que a un distrito fabril. La historia de las luchas obreras aparece
fetichizada. Se trata de una imagen idílica que narra el nacimiento de una comunidad obrera dispuesta a colaborar
con su trabajo y explotación en la prosperidad de la ciudad burguesa. Sin embargo, el imaginario barrial que
persiste y que se remonta desde los discursos oficiales es el construido por la mirada de la clase media del
barrio. En ese imaginario, se destacan los nuevos lugares de consumo, las fronteras de segmentación social y
la idea de que llegar al barrio funciona, en cierto modo, como un indicador de ascenso social, un signo de
distinción social (Vera, 2018).
El discurso turístico fabricado por el gobierno local consigue articular lo identitario y lo mercantil de una
manera asombrosa. En cierto modo, patrimonio y turismo funcionan como un tándem dentro del modelo urbano de gestión neoliberal. Allí, la recuperación y valorización de cierto pasado deviene en condición de los procesos
de transformación urbana al tiempo que encubre la especulación inmobiliaria y los procesos de gentrificación
y de privatización del espacio público.
Conclusiones
En este trabajo se analiza cómo desde mediados de los años 90 las diferentes normativas encargadas de
recuperar el pasado urbano e inscribirlo arquitectónica y territorialmente se focalizaron en diferentes zonas de
la ciudad. Paulatinamente, estas resoluciones fomentaron un proceso de reconversión, revitalización, reconquista,
gentrificación y aparición de nuevas centralidades urbanas. Inicialmente, se trató de una política de puesta en
valor de estructuras urbanas puntuales y restitución de los lazos identitarios fundacionales de esas formas
arquitectónicas con los habitantes. Ese fue el sentido de una campaña patrimonialista de mediados de esa
década, que difundía el eslogan Rosario no tuvo fundadores, pero sí arquitectos. De igual forma, de manera
progresiva estas intervenciones fueron derivando hacia la promoción de una ciudad turística, donde el pasado
y sus vestigios materiales fueron tratados de un modo cada vez menos localizado.
La historia del acoplamiento de las políticas patrimoniales y turísticas describe un itinerario similar al de los
tres recorridos que aparecen en este estudio. El trayecto abarca desde el mayor monumento histórico de la
república erigido en conmemoración de la creación de los símbolos nacionales, pasando por los bulevares de
ronda y las suntuosas residencias de la europeizada burguesía de fines del siglo XIX y principios del XX, hasta
alcanzar las construcciones cada vez menos patrimoniales y más despojadas de atributos históricos que
conforman Puerto Norte. En este plano, Puerto Norte aparece vinculado a una operación urbanística de
recuperación histórica de una arquitectura industrial y un barrio obrero, cuya inscripción patrimonial se emplaza
en una narrativa urbana despojada de conflictos y apropiaciones diferenciales del espacio.
Ese conjunto de artefactos arquitectónicos, recorridos urbanos y sus atribuciones de sentidos proponen
asociaciones diferentes y narran las derivas de las políticas urbano-patrimoniales de la ciudad. Desde la
monumentalidad y grandilocuencia de los volúmenes compactos del MNB, cada vez más aligerados por formas
escultórico-arquitectónicas complementarias (Pasaje Juramento), que intentaron completar el vacío de una ciudad
sin pasado, pasando por las arquitecturas de la ciudad prospera, portuaria e hija de su propio esfuerzo devenidas
en escenografías de la atención médica y el fomento de la vida saludable, hasta la reconversión fetichista de
las infraestructuras y la historia de los trabajadores que hicieron posible esa prosperidad en las mecas del
hábitat ostentoso y el consumo de alto standing de las nuevas elites, observamos cómo las marcas territoriales
de Rosario atenúan y cancelan su conflictividad en aras de crear una reterritorialización más neutra y, en
consecuencia, más apta para la imagen turística.
Para el gobierno local, el patrimonio está anclado en la arquitectura y, particularmente, en su articulación
de valor histórico y ornamental. Debido a que consigue establecer un pasado selectivo como hito histórico
común, el patrimonio arquitectónico opera como un argumento fuerte en las políticas públicas y promueve
cierto consenso acerca de los procesos de transformación urbana. La necesidad de preservación se encamina
a producir una determinada imagen (oficial), la de una ciudad que busca mediante planes estratégicos, urbanos y turísticos elevar su umbral de competitividad. Por un lado, se evidencia cierto uso mercantil del patrimonio
ligado a las ideas de transformación, recualificación y reconversión urbana. Por otro lado, por medio del discurso
turístico se rescatan hitos y personajes propios de la vida de algunos barrios. De todos modos, el valor patrimonial
se define desde la norma, por ordenanzas y no mediante procesos que incluyan la participación de los ciudadanos
y vecinos. Es decir, se trata de un patrimonio construido y normalizado desde el municipio y por los agentes
que detentan el capital técnico y político.
Actualmente, este proceso de construcción de la imagen turística de Rosario ha sido afectado por la crisis
de la pandemia por COVID-19 (Lantelme et al., 2020). Sin embargo, los tres corredores analizados a lo largo
de este estudio, sus posibles prolongaciones y la intensificación de sus artefactos y usos, componen la cartografía
sobre la cual se suman nuevas piezas para la construcción turístico-patrimonial de Rosario.
Conflicto de intereses
Los autores no tienen conflicto de intereses con el contenido de este trabajo.
Contribución de autoría
PV: Trabajo de campo, trabajo con las fotografías que integran el artículo, desarrollo del marco teórico y elaboración de las conclusiones. Escritura y correcciones.
DR: Introducción, trabajo hemerográfico, trabajo de campo. Estructuración del artículo. Escritura y
correcciones.
Notas
1. «Programa Municipal de Preservación del Patrimonio Urbano y Arquitectónico» en 1996.
2. http://www.puertonortehotel.com/
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Paula Vera
Doctora en Ciencias Sociales y Humanas por la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina) y licenciada en Comunicación Social por la Universidad
Nacional de Rosario (Argentina). Investigadora del CONICET desde 2016. Miembro del comité científico y coordinadora del GT Estudios Urbanos de la
Red Iberoamericana de Investigación en Imaginarios y Representaciones. Docente invitada en la materia Ciudad, cultura y comunicación. Problemáticas
urbanas contemporáneas desde la perspectiva comunicacional, desde 2019 en la Esc. Comunicación Social UNR.
paulavera.arg@gmail.com
ORCID:
https://orcid.org/0000-0002-1557-4168
Diego Roldán
Doctor en Humanidades y Artes por la Universidad Nacional de Rosario (Argentina). Ejerce la docencia como Profesor titular en la cátedra de Espacio y
Sociedad de las carreras de Historia y Antropología de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Se desempeña como
investigador independiente del CONICET en el Instituto de Estudios Críticos de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario.
Actualmente, desarrolla una investigación acerca de los procesos de reconversión urbana y cultural del frente fluvial de la ciudad de Rosario.
diegrol@hotmail.com
ORCID:
https://orcid.org/0000-0002-2223-8904