EL MONTE CIRCEO Y OTRAS MONTAÑAS MÍTICAS

DE LA REGION PONTINA (LATINA, ITALIA)

THE MOUNT CIRCEO AND OTHER MYTHICAL MOUNTAINS

OF THE PONTINE REGION (LATINA, ITALY)

María Constanza Ceruti

Universidad Católica de Salta, Argentina

Recibido: 28 de junio de 2019                                                                                                                                                                 

Aceptado: 10 de setiembre de 2019

 

DOI: https://doi.org/10.24265/turpatrim.2019.n13.12

 

 

Para citar este artículo

Ceruti, C. (2019). El monte Circeo y otras montañas míticas de la región pontina (Latina, Italia). Turismo Y Patrimonio, (13), 177-189. https://doi.org/10.24265/turpatrim.2019.n13.12

RESUMEN

Las llanuras pontinas se ubican en el centro de la península itálica, sobre la costa del Tirreno, en la provincia Latina de la región del Lazio. Las planicies costeras y sus humedales rodean a montes y promontorios rocosos de escasa altitud y abrupta conformación que se proyectan hacia el mar. La dimensión simbólica de estas montañas queda vinculada a figuras míticas del mundo greco-romano, tales como el héroe Ulises, el dios Júpiter y la hechicera Circe. El monte Sant´Angelo que domina la ciudad de Terracina tiene en su cima las ruinas de un importante templo romano dedicado a Júpiter (o a Venus) que llegó a ser reutilizado como monasterio por monjes benedictinos. Por su parte, el macizo del Circeo ofrece en su cumbre los restos de un pequeño templo, que se asocia con la figura de la mítica hechicera Circe, de la que se dice que sedujo y retuvo a Ulises, convirtiendo a sus compañeros en cerdos. La propia morfología del perfil de la montaña es interpretada como el rostro de la hechicera, en el cual la cumbre principal del macizo ocupa el lugar de la nariz. Esta investigación antropológica de campo –basada en ascensiones y entrevistas informales– arroja luz sobre la articulación de la dimensión mítica del monte Circeo y el monte Sant´Angelo de Terracina con el turismo y el paisaje cultural de la región pontina.

Palabras clave: monte Circeo, monte Sant´Angelo de Terracina, paisaje sagrado, Latina.

ABSTRACT

The Pontin plains are located in the center of the Italian peninsula, on the Tyrrhenian coast, in the Latina province of the Lazio region. The coastal plains and their wetlands surround mountains and rocky promontories of low altitude and abrupt conformation that project towards the sea. The symbolic dimension of these mountains is linked to mythical figures of the Greco-Roman world, such as the hero Ulysses, the god Jupiter and the sorceress Circe. Mount Sant´ Angelo that dominates the city of Terracina has at its top the ruins of an important Roman temple dedicated to Jupiter (or Venus) that was reused as a monastery by Benedictine monks. For its part, the Circeo massif offers at its summit the remains of a small temple, which is associated with the figure of the mythical sorceress Circe, which is said to have seduced and retained Ulysses, turning his companions into pigs. The morphology of the mountain profile itself is interpreted as the face of the sorceress, in which the main peak of the massif occupies the place of the nose. This anthropological field research - based on ascents and informal interviews - sheds light on the articulation of the mythical dimension of Mount Circeo and Mount Sant’Angelo de Terracina with tourism and the cultural landscape of the Pontine region.

Keywords: Mount Circeo, Mount Sant´Angelo of Terracina, sacred landscape, Latina.

 

 

Introducción

Las llanuras pontinas se ubican en el centro de la península itálica, sobre la costa del Tirreno, en la provincia Latina de la región del Lazio. La llamada «Costa de Ulises» se extiende desde Gaeta hasta San Felice Circeo, comprendiendo a las localidades de Sperlonga y Terracina. La monotonía de los campos de cultivo y humedales costeros es abruptamente interrumpida por la presencia de promontorios rocosos de escasa altitud, pero llamativos por su abrupta conformación. Dichas montañas aparecen vinculadas a personajes míticos de la cultura grecoromana tales como el héroe Ulises, el dios Júpiter y la hechicera Circe.

El monte Sant´Angelo que domina la ciudad romana de Terracina tiene en su cima las ruinas de un importante templo dedicado a Júpiter. Por su parte, el macizo del Circeo ofrece en su cumbre los restos de un templo romano que se asocia con la figura de la mítica hechicera Circe, amante y captora de Ulises. El perfil de la montaña es interpretado popularmente como el rostro de la hechicera, ocupando la cumbre principal del macizo, el lugar de la nariz.

El monte Sant´Angelo, el templo de Giove Anxur y la gruta de Tiberio

Terracina es una ciudad de origen romano situada a unos doce kilómetros del monte Circeo, al pie de otro importante promontorio rocoso junto al mar Tirreno. Según los mitos de época clásica, la zona habría sido tierra de los llamados Lestrigoni, gigantes caníbales que aparecen referidos en la Odisea de Homero. El foro de Terracina conserva el pavimento romano original y constituye un inusual ejemplo de centro cívico que se ha mantenido permanentemente en uso por dos mil años hasta la actualidad. El patrimonio arquitectónico de época clásica incluye también a las ruinas del foro Emiliano, construido por un magistrado de nombre Emilius, que datan de los siglos II y I a. C., así como el Capitolio, templo dedicado a la tríada capitolina. La renombrada vía Appia pasaba por sus inmediaciones en dirección a Roma.

El promontorio a cuyos pies se extiende la ciudad de Terracina recibe el nombre de «monte Sant´Angelo», en relación con la ocupación medieval que realizara de esta montaña la orden monástica benedictina (Figura 1). La toponimia remite y conecta con otros paisajes montañosos de considerable importancia religiosa en la tradición cristiana, como es el caso del monte Sant´Angelo en el macizo del Gargano, sobre la costa adriática de la península itálica (Ceruti 2014a).

En las alturas del monte Sant´Angelo de Terracina, a 227 metros sobre el nivel del mar, se yerguen las ruinas de un importante templo romano que tradicionalmente se creía dedicado a Giove Anxur o Júpiter Niño; actualmente está siendo reinterpretado como un posible templo a Venus, semejante en su funcionamiento al monte sagrado Erice en Sicilia. Con sus notables galerías porticadas, era uno de los principales templos de la República romana (s. II y s. I a. C.) (Figuras 2 y 3). La cima ofrece una vista panorámica que se extiende hacia el monte Circeo, en dirección norte, y hasta Sperlonga, por el sur (Figura 4).

El poblado de Sperlonga se levanta sobre un vistoso promontorio rocoso que desciende de los montes Aurunci hacia el mar. Su arquitectura y fisonomía se remontan al Medioevo y se encuentra muy adecuadamente conservado. Su toponimia deriva de spelunca que hace referencia a la presencia de grutas naturales en la región. Dicha parte de la costa tirrénica era elegida por los romanos para construir magníficas villas veraniegas, alejadas de la vida política de la capital. El emperador Tiberio, que sucedió a Augusto en el año 14 a. C., construyó una imponente villa que contaba con una gruta natural junto al mar, en la cual se albergaban profusión de estatuas y mosaicos de mármol (Figura 5). La gruta, conocida como «el antro de Tiberio» fue descubierta y excavada a partir de 1957, ofreciendo uno de los conjuntos de mármoles clásicos más interesantes en existencia. Un notable museo arqueológico construido en el lugar alberga la mayor parte de la colección, destacándose por su porte el gigantesco grupo de Polifemo que representa a Ulises cegando al cíclope. También se custodia en las galerías de dicho museo un grupo (de menor tamaño) que incluye una estatua de cuerpo entero de la hechicera Circe, acompañada de pequeñas imágenes de cerdos que representan a los compañeros de Ulises, transformados en animales por las artes de la maga.

Desde la villa de Tiberio y su mentada gruta se obtiene una vista privilegiada del distante monte Circeo, el cual parece flotar en el horizonte, adquiriendo la apariencia de una enigmática isla. En mi opinión, dicha ilusión óptica pudo haber contribuido a vincular a la montaña con la morada de una legendaria hechicera.

El mítico monte Circeo y su paisaje cultural

El monte Circeo se encuentra ubicado en la región centro-italiana del Lazio, a poco más de cien kilómetros de Roma, sobre las costas del Mar Tirreno, en el corazón de las llanuras pontinas. El macizo ostenta una cumbre ríspida, cima que alcanza los 541 metros sobre el nivel del mar, y otras cumbres menores aún más abruptas. La totalidad del macizo se extiende en sentido este-oeste, proyectándose hacia el mar y quedando parcialmente rodeado por las aguas y marismas de los humedales costeros (Figura 6).

En la cima principal del monte Circeo se ubican las ruinas de un antiguo templo romano. En una precumbre al otro lado del macizo de ha erguido una cruz en un mirador de importancia religiosa conocido como Le Crocette.

A un lado del mirador se extiende un yacimiento prehistórico de murallas ciclópeas conocido como la acrópolis circea. Debajo de Le Crocette, en las faldas del monte, se extiende el poblado de San Felice Circeo, asentamiento de trazado romano y aspecto medieval que contiene en su interior las ruinas romanas de la llamada Vila dei Quattro Venti, que probablemente haya sido un lugar de culto.

El promontorio del Circeo cuenta a sus pies con un lago (llamado «de Paola») que es relicto de las marismas o palude que cubrían antiguamente a las llanuras pontinas. La alta incidencia del paludismo en estas regiones costeras del centro-sur de Italia obligó a la realización de históricos proyectos de «bonificación» desarrollados durante la primera mitad del siglo XX, con la finalidad de drenar y secar los humedales para hacer de la zona un área más habitable. A consecuencia de dicha bonificación, que tuvo lugar durante el gobierno de Mussolini, pudo construirse la curiosa ciudad de Sabaudia, a los pies del monte Circeo, junto al lago de Paola. Dicha ciudad es famosa en Italia por la excelente conservación de arquitectura civil y religiosa de los tiempos del fascismo.

La historia de la ocupación del Circeo se remonta a 70 000 años en el tiempo, a los restos de un hombre de Neandertal que fueron encontrados en la gruta de Guattari en el año 1939. La geomorfología del Circeo admite gran cantidad de grutas, algunas de las cuales han entregado material arqueológico; aunque la importancia de los restos Neandertal no tenga parangón. El cráneo presentaba un agrandamiento del foramen magnum que contribuyó a la formulación de la hipótesis del canibalismo entre los Neandertal. Sin embargo, con posterioridad se comprobó la existencia de marcas de dientes de hiena en la superficie del fósil.

La acrópolis circea y las «crucesitas»

La llamada «acrópolis circea» comprende un circuito de murallas de casi 700 metros de extensión, que encierra una superficie cercana a los 20 000 metros cuadrados. Se encuentra ubicada en las faldas altas, debajo de la cresta del monte Circeo, a unos 350 metros sobre el nivel del mar, dominando la vertiente oriental donde se extiende el poblado de San Felice. Los llamados «muros ciclópeos» están construidos con bloques megalíticos de piedra calcárea de forma poligonal, encastrados perfectamente (Figura 7). La construcción se remonta al siglo IV a. C. y parece tener una obvia intencionalidad defensiva, contando con rasgos arquitectónicos dignos de mención, entre los que se destacan un importante portal y una cisterna hipogea.

La sacralidad del monte Circeo para el mundo cristiano se materializa y reproduce en la presencia de la cruz de Le Crocette, que domina las alturas que se yerguen directamente encima del poblado de San Felice (Figura 8). Aparentemente, la cruz habría sido erigida a instancias de Don Bernardo, un pastor local, a mediados del siglo XX.  Por alguna razón se ha evitado colocar cruces en la cima principal del macizo, donde se encuentran las ruinas del llamado «templo de la hechicera». Desde el año 1992, una estatua sumergida del Cristo dal Mare lleva la dimensión sagrada hasta las profundidades del mar Tirreno, justamente frente al promontorio del Circeo.

Figura 1. Monte Sant´Angelo de Terracina.

 

 

 

 

 

El templo de la «maga Circe» y el ascenso a «la nariz de la hechicera»

Asociados al monte Circeo se escuchan aún hoy día relatos de inspiración clásica que ubican en esta montaña a la maga Circe, personaje mítico aludido en la Odisea, a quien se le atribuía el poder mágico para transformar a hombres en animales sin alterar sus mentes. Se dice que Circe logró seducir y retener al héroe Ulises durante un año, llegando a tener un hijo con él, tras haber transformado en cerdos a sus compañeros de odisea. En algunas narrativas se cuenta también que Circe era hija del sol.

El anclaje geográfico del segmento de la Odisea que vincula a Ulises con la costa pontina, por medio de la figura de la maga Circe y su montaña, es hábilmente capitalizado con fines turísticos: la costa que va desde Gaeta hasta Circeo, pasando por Sperlonga y Terracina, es conocida hoy en día como la «Riviera de Ulises», en tanto que el monte Circeo es celebrado como morada y rostro de la mítica maga. Recuerdo un montañista local que caminó conmigo durante el descenso de esta montaña, quien se enorgullecía de ser oriundo de un paraje costero, donde según él estaba casi comprobado que habría desembarcado Ulises tras su regreso de Ithaca.

Visto desde Anzo, el monte Circeo adquiere en su perfil la forma de una persona dormida; visto desde Sperlonga, adquiere la apariencia de una isla que flota en el mar; y visto desde Sabaudia, el monte es reconocido como semejante a un rostro humano, siendo la cumbre principal «la nariz de la hechicera» (Figura 9). Quizás las interpretaciones antropomorfas vinculadas al perfil de la montaña –o la ilusión óptica que la hace ver como una isla– hayan contribuido a anclar la percepción del Circeo como un lugar cargado de magia y posible morada de una hechicera dotada de poderes suprahumanos.

Ascendí muy rápidamente en solitario a la cima principal del Circeo empleando aproximadamente dos horas desde el inicio del sendero, en las inmediaciones de una antigua torre, junto al lago de Paola. Elegí para subir la vertiginosa ruta panorámica que se inicia en la playa y asciende primero por las empinadas y forestadas laderas de la montaña, atravesando un bosque de pinos, hasta encaramarse a una aguzada cresta tapizada con árboles enanos y vegetación mediterránea. Habiendo ganado más de 400 metros de altura, el sendero conduce, en primer término, a una falsa cumbre, continua hacia la cima principal por una cresta abrupta y aérea con pasos bastante expuestos, que requieren algunas nociones de escalada y tolerancia al vértigo (Figura 10). Los precipicios calcáreos de coloración casi blanca refractan la luz del sol y caen verticalmente hacia las olas del mar Tirreno. La vista hacia el lago de Paola y la costa norte, con sus extensas playas y dunas doradas, resulta muy impactante.

La cumbre principal de la montaña es referida coloquialmente como «la nariz de la maga» y las ruinas que alberga son conocidas como «el templo de Circe». Dichas ruinas están formadas por grandes murallas en forma de U que sostienen una extensa plataforma tipo terraza que corona la cima. La vegetación que ha crecido en torno a los muros les resta visibilidad, por lo que algunos escaladores quizás no adviertan que se encuentran en un área de importancia arqueológica. El hecho de que la superficie de la cima se encuentre aplanada artificialmente (Figura 11), habría facilitado la realización de actividades rituales en la antigüedad.

Figura 9. Poster con dibujo de la maga Circe.

 

Figura 11. Cumbre principal del monte Circeo.

 

 

No existe en el punto de máxima altura del monte Circeo una cruz cumbrera sino tan solo una estructura de metal liviana que ostenta una bandera (Figura 12). La devoción popular la ha convertido en soporte de distintos objetos llevados a la cima, que incluyen rosarios, corazones y otros exvotos, además de banderines de clubes de montañismo (Figura 13). Sin embargo, casi escondida debajo de la cima advertí la existencia de una precaria cruz de madera hecha con palitos (Figura 14). En las consideraciones del presente trabajo procuraré dar cuenta de mi interpretación acerca de estas observaciones efectuadas en las máximas alturas del legendario monte.

Para descender del Circeo elegí la «vía de la cresta» hacia Le Crocette, un sendero bastante extenso que sigue la totalidad de la cresta cumbrera hasta el mirador de la cruz y la acrópolis circea, descendiendo finalmente hacia el poblado de San Felice. Me acompañó en este tramo un hombre de unos cuarenta años de edad, quien era la única persona que se encontraba en la cima al momento de mi arribo. Encargado de escuela y residente en un pequeño poblado costero de Latina, me explicó que integra un grupo de caminantes que visitan cumbres de la región durante los fines de semana. Cuando no va con los compañeros de senderismo, su montaña preferida es el Circeo, a la cual confesó haber ascendido decenas de veces, siguiendo una ruta directísima por el bosque, que resulta sumamente empinada pero que no presenta ninguna dificultad técnica ni tramos de escalada. Sin embargo, dijo no haber explorado nunca antes la larga ruta de la cresta, razón por la cual aceptó gustosamente emprender conmigo esta vía para el descenso. En la afable conversación mantenida mientras avanzábamos entre abruptas rocas y espinosos arbustos, logré entrever la gran importancia simbólica que la mitología clásica juega en la construcción de la identidad local.

                                    Figura 13. Banderines deportivos como exvotos.

 

                                   Figura 14. Cruz de palitos debajo de la cima.

 

San Felice Circeo, la Torre de los Templarios y el sitio romano Dei Quattro Venti

San Felice se extiende sobre las empinadas faldas del monte Circeo, que descienden abruptamente en dirección al mar. La topografía montañosa condiciona en gran medida la arquitectura de San Felice, inclusive aquella de carácter mortuorio. En el cementerio adyacente al pueblo se observan varias tumbas, en una disposición muy inhabitual, ya que no se encuentran en la típica posición horizontal sino visiblemente inclinadas, para permitir un mejor aprovechamiento del escaso espacio disponible. Particularidad que no se observa habitualmente en cementerios de montaña, puesto que parecería dificultar el adecuado «descanso» de los difuntos.

El centro histórico de San Felice se ubica en la parte más alta del poblado y cuenta con terrazas y jardines que ofrecen vistas espectaculares sobre la costa pontina. El trazado del asentamiento es de origen romano pero su fisonomía refleja los aportes arquitectónicos introducidos durante el Medioevo. Particularmente destacada es la llamada Torre de los Templarios, de planta cuadrada, construida en el siglo XIII, que recuerda en su nombre la ocupación que los templarios realizaron de la llamada «roca circea» entre 1240 y 1259. La «identidad templaria» de San Felice es celebrada en una pequeña muestra museística acerca de esta legendaria orden de monjes guerreros. El edificio junto a la torre funciona como oficina de turismo y galería de exhibiciones temporarias. Al momento de mi visita, ofrecía una muestra sobre el monte Circeo basada en la reciente repatriación a San Felice de una estatua de la cabeza de la hechicera Circe, tras 80 años de ausencia (Figura 15).

La llamada Vila dei Quattro Venti ocupa un lugar central en la parte alta de San Felice. Solía ser descrita como morada de Marco Emilio Lépido, triunviro romano exiliado; recientemente el sitio ha sido reinterpretado como un posible templo o lugar de culto que se remontaría al siglo II antes de la era. Por su parte, el área residencial más llana que se extiende a los pies del macizo es conocida coloquialmente como «la cona» en razón de la importancia cúltica asignada a un ícono de la Santa María Stella Maris. En la base de la otra vertiente del Circeo, en dirección a Sabaudia se ubican las ruinas de la villa del emperador romano Domiciano, que solo pueden ser visitadas con guía, previa cita concertada con anticipación.

Mención aparte merecen algunas consideraciones en torno a las dificultades que conlleva el ascenso del monte Circeo. A esta emblemática montaña se realizan subidas guiadas durante la estación estival; pero en otros momentos del año, los visitantes que tengan intenciones de escalarla deben hacerlo por cuenta propia. En la maltratada cartelería existente, en la base del sendero que parte del lago de Paola, aparecen numerosos grafitis con opiniones encontradas acerca de la peligrosidad de la ruta panorámica. En el punto de información turística de Sabaudia se limitaban a entregar folletería con datos muy básicos acerca de las rutas; en tanto que en el punto informativo de San Felice, el encargado de ofrecer información turística hizo innumerables esfuerzos por desalentar mi subida en solitario, diciéndome que el sendero era impegnativo e pericoloso (difícil y peligroso). También escuché reiteradas referencias a anécdotas de personas perdidas que habían tenido que ser rescatadas en helicóptero. Asimismo, en un punto expuesto de la cresta observé una placa en memoria de un joven que se habría despeñado en marzo de 2017, pocos meses antes de mi ascensión. Este tipo de placas conmemorativas son bastante frecuentes en montañas italianas que presentan alguna dificultad para la escalada y he tenido oportunidad de documentarlas tanto en los Alpes como en los Apeninos.

                                Figura 15. Escultura en marmol interpretada como cabeza de Circe.

 

Consideraciones y conclusiones

En la última década me he dedicado al estudio de la dimensión sagrada de montañas europeas, teniendo en cuenta la presencia de santuarios, capillas, cruces e imágenes religiosas asociadas a sus laderas y cumbres. En territorio italiano he abordado en perspectiva histórica la sacralidad del monte Gargano (Ceruti 2014a) y he analizado espacialmente la dimensión sagrada de los colosales Gran Paradiso (Ceruti 2017a) y Monte Rosa (Ceruti 2016a), así como la del vecino monte Zerbion (Ceruti 2015a). En el valle de Susa ascendí al monte Rocciamelone y dediqué trabajos a esta prominente montaña, cuya sacralidad se remonta al tiempo de los celtas y donde tuvieron lugar las primeras procesiones religiosas en alta montaña alpina documentadas históricamente (Ceruti 2017c). En las Dolomitas he estudiado el folclore ladino vinculado a numerosas montañas ascendidas, entre las que se destacan la Marmolada (Ceruti 2017b), el Sasso della Croce (Ceruti 2018a) y el monte Catinaccio de Antermoia (2017d). En los Alpes y los Apeninos he estudiado montañas sagradas en Galicia (Ceruti 2015b), el País Vasco (2014b), los Pirineos (Ceruti 2018b), Irlanda (Ceruti 2016b) y Escocia (2017e).

De mis investigaciones se concluye que la presencia o ausencia de cruces en las distintas cumbres de un macizo es un hecho que merece ser explicado antropológicamente, más allá de la naturalidad con la que suele ser aceptado por caminantes y montañistas. En el caso del monte Circeo, se advierte la notoria ausencia de una cruz cumbrera en la cima principal del macizo, la cual viene a quedar suplantada por una estructura a modo de mástil de bandera, sacralizada de facto con la colocación de exvotos y testimonios de ascensión. La pequeña cruz de palitos de madera, semioculta debajo de la cima, viene a demostrar la preocupación individual que la inexistencia de una verdadera cruz supone para escaladores apegados a la religiosidad católica.

La ausencia de una cruz permanente en la cima del monte Circeo puede estar vinculada con la importancia que aún conserva en el imaginario colectivo local la figura de la hechicera Circe. El vínculo de la montaña con la hechicera resulta más que evidente desde la propia toponimia y queda subrayado arqueológicamente por la existencia de ruinas de un templo romano al que se vincula con la maga. La asociación simbólica debió haber sido reforzada durante el último siglo mediante hallazgos arqueológicos como los del conjunto de esculturas de mármol descubierto en la Gruta de Tiberio (que incluye una efigie antropomorfa femenina asociada a imágenes zoomorfas representando cerdos), o la propia cabeza femenina de mármol hallada en las inmediaciones de San Felice, hace casi un siglo y recientemente repatriada. La actual construcción con fines turísticos de la Rivera de Ulises también da cuenta de la reiterada representación antropomórfica de la montaña en la cartelería publicitaria y en diversas manifestaciones artísticas producidas en San Felice en los últimos tiempos.

Cabe en este punto una comparación con casos de ausencias de cruces en montañas estudiadas en el País Vasco, que suelen estar vinculadas desde el folclore a la figura de Mari, una deidad femenina precristiana de las montañas de Euskadi. En los abruptos picos donde mora Mari se evita la colocación de cruces a fin de no despertar la ira de esta entidad mitológica de claras raíces celtas, cuyos atributos la vinculan inequívocamente con la hechicería. Quizás algo de esta lógica subyace en la decisión de mantener la cima principal del Circeo –templo de la hechicera y nariz de la maga– libre de cruces permanentes. La cruz asociada al monte Circeo ha sido ubicada a casi dos kilómetros de distancia, en una cumbre secundaria que domina al poblado de San Felice y que cumple así el rol protector que las cruces habitualmente adoptan al ser erigidas en alturas vecinas a espacios residenciales.

Referencias

Ceruti, M. C. (2014a). El monte santo del Padre Pío. Salta: Mundo Editorial.

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Ceruti, M. C. (2015a). Nuestra Señora de las Nieves del Monte Zerbion: una devoción mariana en los Alpes. Boletín del Museo Regional de Atacama, 6(6), 71-81.

Ceruti, M. C. (2015b). El camino de Santiago y las montañas de sagradas de Galicia. Salta: Mundo Editorial.

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Ceruti, M. C. (2017b). Marmolada y Barbolina: Folclore Ladino en el Techo de las Dolomitas. Actas del 5° Congreso Internacional del Patrimonio Cultural Inmaterial (pp. 263-273). Academia del Folclore de Salta.

Ceruti, M. C. (2017c). Bonifacio Roero: primer alpinista religioso en la historia europea. Boletín del Centro de Estudios Genealógicos de Salta, 11, 271-289. Centro de Estudios Genealógicos, Salta.

Ceruti, M. C. (2017d). El macizo Catinaccio y el lago de Antermoia: montañas sagradas y mitología ladina en las Dolomitas de Val di Fassa (Alpes del noreste de Italia). Scripta Ethnológica, XXXIX, 67-85. Centro Argentino de Etnología Americana, Buenos Aires.

Ceruti, M. C. (2017e). Montañas sagradas de Escocia. Salta: Mundo Editorial.

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Ceruti, M. C. (2018b). Montañas sagradas de los Pirineos. Salta: Mundo Editorial.

María Constanza Ceruti

Se graduó con Medalla de Oro en Antropologia y Arqueologia en la UBA y es doctora en Historia de la Universidad Nacional de Cuyo. Investigadora del CONICET y profesora titular en la Universidad Católica de Salta, es autora de veinticinco libros y más de cien trabajos científicos sobre montañas sagradas y arqueología de altura. Ha disertado en decenas de universidades de Norteamérica y Europa y ha recibido numerosos premios y distinciones, incluyendo la Medalla de Oro de la International Society of Woman Geographers. Exploradora emergente de la National Geographic Society, Premio al Coraje de Wings Worldquest. Doctorado Honorario en Humanidades y Letras por la Universidad Moravian College y disertante distinguida en Antropología por la Universidad de West Georgia.

constanza_ceruti@yahoo.com